lunes, 9 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 14

–Ha tenido una pesadilla. Solo quería uno poco de mimo.

–Tendrías que haberle dejado llorar –gruñó su abuelo con desaprobación–.Nunca se convertirá en un hombre si le sigues mimando así.

–Va a ser un gran hombre. El mejor.

–Es un niño mimado. Cada vez que le miro hay alguien abrazándole obesándole.

–Nunca es demasiado el amor que se le da a un niño.

–¿Acaso estaba yo tan encima de mi hijo como tú lo estás del tuyo?

«No, y mira cómo acabó».

–Creo que deberías irte a la cama, nonno.

–«¿Puedo cocinar para unas cuantas personas?». Eso fue lo que me dijiste–compuso una mueca de dolor mientras se acercaba hacia la orilla–. Y antes deque pudiera darme cuenta tenía la casa llena de desconocidos y tú estás sirviendo buena comida siciliana en platos elegantes y encendiendo velas para gente que no sabe diferenciar la buena comida de la comida rápida.

–La gente viene desde muy lejos para probar mi cocina. Dirijo un negocio de éxito.

–No deberías estar dirigiendo un negocio –su abuelo se sentó en su silla favorita cerca del agua. La silla en la que se sentaba cuando Paula era una niña.

–Estoy construyendo una vida para mí y un futuro para mi hijo.

Una vida que ahora había dado un vuelco. Un futuro que se veía amenazado.  De pronto se dio cuenta de que ya no podía confiar en seguir guardando silencio.

–Iré a buscarte algo de beber. ¿Grappa?

Tenía que contarle a su abuelo lo de Pedro, pero primero debía pensar en la manera de hacerlo. ¿Cómo se le decía a alguien que el padre de su amado nieto era el hombre que más odiaba sobre la tierra? Paula entró en la cocina y agarró la botella y un vaso. Hacía mucho tiempo que su abuelo no mencionaba a los Alfonso. Y era por ella. Preocupada por Baltazar, insistía en que, si no podía hablar positivamente de aquel apellido, mejor que no lo nombrara.Al principio agradecía que se hubiera tomado seriamente la advertencia.Pero ahora se preguntaba si eso significaba que de verdad se había ablandado con el tiempo. Ojalá fuera así.Dejó el vaso en la mesa que tenía su abuelo delante y le sirvió.

–¿Por qué estás de mal humor?

–¿Aparte de por el hecho de que trabajes todas las noches como una esclava en esa cocina mientras alguien más cuida de tu hijo?

–A Baltazar le viene bien estar con otras personas. Giuliana le quiere –no tenía la familia que le hubiera gustado tener por su hijo, así que la había creado.

Baltazar nunca estaría solo como lo estuvo ella. Siempre tendría gente con la que poder contar. Gente que le abrazara cuando la vida lanzara piedras.

–Querer –gruñó su abuelo con desprecio–. Le estás convirtiendo en una nenaza. Eso es lo que pasa cuando no hay un padre que enseñe a su hijo a ser un hombre.

Era el pie perfecto para que le contara lo que tenía que contarle. Pero no fue capaz de pronunciar las palabras. Necesitaba tiempo. Tiempo para descubrir cuáles eran las intenciones de Pedro.

–Balta tiene influencias masculinas en su vida.

–Si te refieres al chico que trabaja contigo en el restaurante, tengo yo más testosterona en un dedo que él en todo el cuerpo. Baltazar necesita un hombre deverdad a su lado.

–Tenemos ideas muy distintas respecto a lo que es un hombre de verdad.

Las líneas de la frente se le marcaron y los huesudos hombros cayeron un poco hacia abajo. En el último mes parecía haber envejecido una década.

–Esto no era lo que yo quería para tí.

–La vida no siempre sale como la planeamos, nonno. Si la vida te da aceitunas, haz aceite de oliva.

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