miércoles, 4 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 8

-Dios mío –murmuró con voz ronca.

Pedro dió un paso atrás y se dió contra algunas sartenes apiladas cuidadosamente para guardarse. Sobresaltado por el repentino ruido, el niño dió un respingo y ocultó la cara en el cuello de su madre. Consciente de que él era la causa de su ansiedad, trató de mantener el control. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para mantener a raya la ira que amenazaba con salir aflote. Desde la seguridad de los brazos de su madre, el niño le miró asustado,escondiéndose instintivamente del peligro y a la vez sintiéndose intrigado por él. Ella también se escondería si pudiera, pensó , pero no tenía dónde.Todos sus secretos estaban al descubierto.Ni siquiera tenía que hacer la pregunta obvia.Incluso sin aquel momento de reconocimiento lo habría sabido por su actitud. Su ansiedad resultaba visible.Había ido allí a negociar la compra de la tierra. Ni por un segundo había imaginado algo así. Desde el momento en que entró en la cocina había estado intentando librarse de él y ahora entendía por qué. Había dado por hecho que su historia pasada era la responsable. Y por supuesto que lo era. Pero no del modo en que él creía. Se enfrentó a unas sensaciones nuevas para él. No era solo furia,sino también un primitivo deseo de protección.Tenía un hijo.Pero en el momento en que aquella idea le cruzó por la cabeza, también pensó que las cosas no debían haber sido así. Siempre imaginó que terminaría por enamorarse de alguien, que se casaría y tendría hijos. Era un hombre tradicional. Había visto la felicidad de su hermano y la de su hermana y dio por hecho que la misma experiencia le aguardaba a él.Se lo había perdido todo, pensó con amargura. El nacimiento, los primeros pasos, las primeras palabras... atormentado por aquellos pensamientos, soltó un gruñido. El niño abrió los ojos asustado al percibir el cambio en el ambiente. O talvez había detectado el pánico de su madre. En cualquier caso, sabía losuficiente sobre niños como para saber que aquel se iba a echar a llorar.Poniendo a prueba de nuevo su fuerza de voluntad, hizo un esfuerzo porocultar sus sentimientos.

–Es muy tarde para que un niño tan pequeño esté levantado –su tono sonó con la dosis justa de dulzura y se centró en el niño en lugar de en la madre.

Mirarle le provocó una punzada de dolor en el pecho. Tuvo que hacer unesfuerzo físico por no agarrarle, sentarle en el Lamborghini y largarse de allí conél.

–Debes de estar muy cansado, chico. Deberías estar en la cama.

Paula se puso tensa, estaba claro que se lo había tomado como una crítica.

–A veces tiene pesadillas.

La noticia de que su hijo tenía pesadillas no ayudó a mejorar el mal humorde Pedro. ¿Qué le provocaba esas pesadillas? Al recordar lo disfuncional que era aquella familia, la rabia se convirtió en miedo.

–Giuliana. Te llamas Giuliana, ¿Verdad? –miró a la guapa camarera y se las arregló para componer aquella sonrisa que nunca le fallaba–. Verás, necesito hablar con Paula a solas...

–¡No! –el tono de Paula rozaba la desesperación–. Ahora no. ¿No ves que es un mal momento?

–Oh, no pasa nada –Giuliana se sonrojó bajo la mirada de Pedro–. Yo me lo puedo llevar. Soy su niñera.

–¿Niñera? –la palabra se le quedó atorada a Pedro en la garganta. Nadie de su familia había utilizado nunca ayuda externa para cuidar de sus hijos–. ¿Tú cuidas de él?

–Es un trabajo en equipo –aseguró Giuliana con alegría–. Somos como una manada. Cuidamos de los pequeños. Solo que en este caso solo hay uno, así que está muy mimado. Yo cuido de él cuando Paula está trabajando, pero sabía que ya había terminado de cocinar esta noche, así que pensé en traerlo para que le consolara. Ahora que se ha calmado se quedará dormido en cuanto vuelva a dejarlo en la cuna. Ven con la tía Giuliana –sacó al adormilado niño de los reacios brazos de Paula y lo atrajo hacia su pecho.

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