viernes, 20 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 35

–De acuerdo, iremos juntos. Pero tengo que llamar a Bruno y pedirle que recoja a Balta.

El cambio en Pedro fue instantáneo. Desapareció cualquier atisbo de humor en él y se le oscureció la mirada.

–No vas a llamar a Bruno.

–No quiero que Balta esté en el hospital.

–Estoy de acuerdo. Por eso lo he arreglado para... –se detuvo cuando ambos escucharon un ruido en la entrada del departamento.

–¿Pepe? –canturreó una voz femenina. Una chica muy guapa de cabello oscuro entró con seguridad en la cocina y lo besó ruidosamente a –. Eres unchico muy malo –ronroneó dándole una palmadita en la cara.

Paula se quedó petrificada en el sitio al ver a aquella criatura tan bella interactuar con tanta familiaridad con Pedro . Y para colmo él no parecía siquiera avergonzado. Se limitó a sonreír a la joven y a besarla en ambas mejillas.

–Ciao, bellissima.

Herida por su falta de sensibilidad, Paula se puso de pie bruscamente y estaba a punto de agarrar a su hijo y dejarles solos cuando la mujer se giró hacia ella. Y de pronto la abrazó con efusividad.Nadie la abrazaba nunca aparte de Balta. Se quedó rígida por el shock,pero antes de que pudiera imaginar quién era aquella mujer, la soltó y centró su atención en Balta, llenándole de besos y hablándole en italiano.El niño parecía encantado con la atención y respondió a la mujer congorgojeos y risas. Paula quería arrancar a su hijo de los brazos de aquella mujer, que sin duda era una de las muchas amantes de Pedro. Estaba a punto de hacer un comentario desagradable cuando una niña un poco mayor que Baltazar entró en lacocina y se agarró a las piernas de Pedro.

–¡Aúpa!

–Supongo que quieres decir «aúpa, por favor», pero tus deseos son órdenes para mí –Pedro subió a la niña en brazos y miró a la mujer–. Gracias por venir.

–Es un placer –la morena dejó a Balta en el suelo con un sonrisa, puso el bolso en una silla y miró a Paula–. Siento mucho lo de tu abuelo. Debes de estar muypreocupada, pero ese hospital es estupendo. Y no tienes que preocuparte por Baltazar. Yo cuidaré de él hasta que podáis recogerle. Estoy deseando conocerle mejor.

Paula sintió una oleada de furia. ¿Pedro esperaba que dejara a su hijo con una de sus amantes?

–De ninguna manera voy a...

–Lu es mi hermana, ¿Sabes? Luciana Alfonso. Aunque ahora ya no se apellida así desde que se casó con Daniel–la interrumpió Pedro dejando a laniña en el suelo–. Y esta es Delfina, su hija. La prima de Balta.

¿Prima? Paula miró asombrada a Luciana, que también la miró.

–No te había reconocido –murmuró Paula.

–Oh, no, entonces habrás pensado... –Luciana se encogió de hombros–. Qué horror. Por cierto, Daniel está estacionando. Hemos pensado que sería mejor llevarnos a Baltazar a casa porque allí están todos los juguetes de Delfi y será más fácil –captó la mirada angustiada de Paula y sonrió–. Sé que estás pensando que no puedes dejarle con una desconocida. Yo pensaría lo mismo en tu lugar. Pero se lo va a pasar mejor con nosotros que en un hospital o aquí. El departamento de Pedro es una trampa mortal. Pueden pasar el tiempo que necesitéis en el hospital y luegoir a cenar o algo así. Algo romántico. No tengan prisa.

–¡Dios mío, toma aire, Lu! –Pedro miró a su hermana con desesperación–. Deja hablar a los demás.

–Bueno, nadie está diciendo nada –le espetó ella molesta.

–¿Acaso hemos tenido oportunidad? No sé cómo Daniel te aguanta. Yo te habría estrangulado ya.

–Yo te habría estrangulado a tí primero –Luciana se giró hacia Paula–. No dejes que te amedrente. Enfréntate a él. Es la única manera de lidiar con Pedro, sobre todo cuando se pone a amenazar. Te ví alguna vez de pequeña en la playa, pero está claro que no te acuerdas de mí.

Sí que se acordaba. Pero no la había reconocido, y ahora no sabía qué decir. ¿Qué sabía Luciana? ¿Qué le había contado exactamente Pedro a sufamilia? Tendría que haber sido un momento incómodo.

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