viernes, 20 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 33

No iba a casarse con él. Sería un error. Cuando se calmara se daría cuenta. Llegarían a un acuerdo para compartir a Baltazar. Y tal vez pudieran pasaralgo de tiempo los tres juntos. Pero no era necesario formar un vínculo legal.La preocupación por su abuelo se mezcló con la preocupación por su hijo y Paula  se acurrucó en la cama, pero no encontró descanso con el sueño. Tuvo pesadillas en las que veía a su madre acorralada en una esquina de la cocinatratando de encogerse lo más posible mientras su marido perdía el control. Y luego la vió marchándose y dejando atrás a su hija de ocho años. «Si te llevo conmigo, vendrá a buscarme». Después se viço al lado de su abuelo mientras enterraban a su padre tras el accidente de barco que le había costado la vida,sabiendo que se suponía que tenía que estar triste.Cuando se despertó se vió sola en la cama. La punzada de miedo dió paso a un breve instante de alivio al escuchar a Baltazar riéndose. Entonces recordó queno estaban en casa, sino en aquella trampa mortal que era el departamento de Pedro.

Salió a toda prisa del dormitorio medio tropezándose por las prisas para ir a buscar a su hijo, dispuesta a liberarle del peligro.Esperaba encontrarse a Baltazar trepando por un armarito de la cocina ometiendo los dedos en algún aparato eléctrico de última tecnología, pero se lo encontró sentado en una de las sillas de la moderna cocina de Pedro viendo cómo su padre cortaba un bizcocho en trozos. Paula se detuvo en el umbral, aliviada y asombrada con lo que estaba viendo.Aunque fuera su padre, Pedro era un desconocido para Baltazar. Un desconocido alto y fuerte que estaba de un humor peligroso desde que descubrió inesperadamente que tenía un hijo. Dió por hecho que esa rabia se revelaría en su interacción con el niño, pero Balta no solo parecía cómodo, sino muy entretenido y encantado con la atención masculina que estaba recibiendo junto con el desayuno.

Pedro tenía el pelo mojado, lo que significaba que no hacía mucho quehabía salido de la ducha. Estaba descalzo y no llevaba camisa, solo unos vaqueros que se debía de haber puesto a toda prisa, incapaz de terminar devestirse antes de que Luca exigiera su atención. Pero el cambio auténtico noestaba en su falta de ropa, sino en el modo en que se estaba comportando. No había ni rastro del intimidante hombre de negocios que se había pasado el día anterior dando órdenes. El hombre que estaba entreteniendo a aquel niñ opequeño era cálido y cercano, y sonreía con indulgencia mientras le daba golpecitos a los dedos llenos de mantequilla del pequeño. Parecía como si lo hiciera todas las mañanas. Como si formara parte de su rutina diaria.Mientras ella observaba, Pedro se inclinó y besó a Baltazar. El niño se rió y él volvió a besarle.Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas y tuvo que apoyarse en el quicio de la puerta para sostenerse.

Al verles se le encogió el corazón. Baltazar nunca había tenido algo así. Nunca había conocido el amor de un padre. Sí, le había rodeado de una «familia». Pero algún día Giuliana se marcharía, Bruno se casaría y la «familia» de Balta se dispersaría.El día anterior estaba convencida de que casarse con Pedro sería perjudicial para su hijo. No veía en qué podría beneficiarle verse obligado a vivir con dos personas cuya única conexión era el hijo que tenían en común. Pero por supuesto que había un beneficio, y lo estaba viendo ahora mismo.Si se casaban, Balta tendría a su padre. No en momentos concertados previamente, sino siempre.Pedro todavía no la había visto, le estaba hablando a su hijo en italiano. Paula contuvo la respiración cuando Balta respondió en el mismo idioma y experimentó una punzada de orgullo mezclado con algo que no supo reconocer. Se le formó un nudo en la garganta cuando Pedro se inclinó para volver a besar a su hijo,indiferente a los dedos llenos de mantequilla que le agarraron del pelo. Paula  no recordaba que su padre le hubiera dado nunca un beso, desde luego su abuelo no.

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