miércoles, 4 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 10

-Necesito tiempo para pensar.

Sabía que las decisiones que se tomaban en caliente nunca eran buenas, y él necesitaba que lo fueran.

–No hay nada que pensar.

Pedro recordó aquella noche, una noche en la que nunca se había permitido pensar porque lo bueno estaba irrevocablemente mezclado con lo maloy era imposible separarlo.

–¿Cómo sucedió? Utilicé...

–Al parecer hay cosas que ni siquiera un Alfonso puede controlar –aseguró Paula con frialdad–. Y esta es una de ellas.

Pedro la miró con frialdad. La noche entera emergió de él. Era imposible distinguir los detalles. Había sido una locura salvaje, un deseo animal como nunca antes había experimentado.

Paula  estaba triste. Él le puso la mano en el hombro. Ella se giró hacia él... y no hizo falta nada más. La chispa se convirtió en un fuego salvaje.Y luego, antes incluso de que el calor se enfriara,  recibió aquellallamada en la que le dijeron que su hermano había muerto. Aquella trágica llamada que había atajado su encuentro amoroso con la fuerza de una guillotina. Y después llegó la caída. Las recriminaciones y la especulación.El joven camarero apareció en el umbral y clavó los ojos en Paula.

–¿Va todo bien? He visto que Baltazar estaba despierto, lo que me ha alegrado porque he podido acunarle, pero luego he oído voces –miró a Pedro con recelo.

Pedro le miró con más recelo todavía. La noticia de que al parecer todo el mundo acunaba a su hijo excepto él le enfureció más de lo que ya estaba. Así que su hijo se llamaba Baltazar.El hecho de haber sabido su nombre a través de aquel hombre hizo que perdiera el control.¿Cuál era exactamente su relación con Paula?

–Esta es una conversación privada. Fuera de aquí –dijo con tono afilado.

–Está bien, Bruno –murmuró Paula suspirando–. Sal, por favor.

Al parecer Bruno no sabía lo que le convenía porque se quedó en el umbral.

–No voy a marcharme hasta asegurarme de que estás bien.

Era como un spaniel retando a un rottweiler. Miró a Pedro, que habría admirado su coraje si no fuera porque se trataba de un hombre que le ponía ojitosa la mujer que unos instantes antes tenía a su hijo en brazos.

–Voy a darte una oportunidad más para que te vayas y luego te sacaré yo mismo de aquí.

–Vete, Bruno –Paula parecía desesperada–. Le estás dando otra razón para tratar de amedrentarnos.

Bruno le lanzó una última mirada desconfiada antes desaparecer en la oscuridad de la noche, dejándoles solos.La tensión creció. El aire estaba muy cargado. Pedro podía saborearlo y sentía su peso sobre los hombros.Su cabeza era un hervidero de preguntas. ¿Cómo era posible que nadie se hubiera preguntado la identidad del padre de aquel niño? No entendía cómo Paula había podido ocultar algo así.

–Sabías que estabas embarazada y aun así me echaste de tu vida.

–Nunca estuviste en mi vida, Pedro. Ni yo en la tuya.

–Tenemos un hijo en común –bramó.

Paula reculó como si hubiera recibido un golpe físico.

–Tienes que calmarte. En solo diez minutos has asustado a mi hijo,prácticamente has seducido a su niñera y has sido imperdonablemente rudo con alguien que me importa.

–No he asustado a nuestro hijo –aquella acusación le molestó más que las otras–. Eres tú la que ha provocado esta situación.

Y todavía no entendía cómo había logrado mantener el secreto. Su mente,habitualmente hábil, se negaba a trabajar.

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