viernes, 13 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 23

No había nada más cruel que la distorsión de un sueño.¿Cuántas veces se había quedado mirando al otro lado de la bahíaenvidiando la vida familiar de los Alfonso? ¿Cuántas veces había deseado formarparte de ella? No era una coincidencia que en los momentos difíciles escogiera esconderse en su cabaña, como si por el simple hecho de estar allí pudiera recibir algo de su calor.La cabaña se convirtió en su lugar de escondite habitual. Desde allí podía observar a los Alfonso y ver las diferencias entre ellos y su propia familia.Envidiaba los picnics familiares, sus juegos en la playa.Algunas niñas de su clase soñaban con descubrir de pronto que eran princesas. El sueño infantil de Paula era despertarse un día y descubrir que era unaFerrara, que había terminado en la familia equivocada por un fallo en el hospital.Ten cuidado con lo que deseas.Le dolía la cabeza por la falta de sueño, el estómago le ardía por el encuentro con Pedro.

Paula devolvió la mente al presente y trató de pensar en qué hacer a continuación. Tenía hasta aquella noche para encontrar la manera dedecirle a su abuelo que el hombre que odiaba más que a nadie en el mundo era el padre de Baltazar.Cuando hubiera solucionado aquel problema pasaría al siguiente. Cómo responder a la proposición de matrimonio de Pedro. La sugerencia se le hacíacompletamente ridícula.¿Qué mujer en su sano juicio accedería a casarse con un hombre que sentía lo que Pedro sentía por ella?Por otro lado, no podía culparle por luchar por su hijo cuando se había pasado la vida deseando que sus padres hubieran hecho lo mismo por ella.¿Cómo iba a discutirle que quisiera que su hijo fuera un Alfonso si ella habíaformado su pequeña familia imitándoles?Si accedía a sus condiciones, Baltazar crecería como un Alfonso. Tendría la vida que ella había anhelado de niña. Estaría protegido en un nido de amor y paz.Y tendría que pagar un alto precio por aquel privilegio.Tendría que formar parte también de la familia, pero a diferencia de su hijo ella nunca sería una más. Tendrían que tolerarla y estaría relegada.Y se pasaría el resto de su vida con un hombre que no la quería. Que estaba furioso con la decisión que ella había tomado.Eso no podía ser bueno para su hijo.Tenía que hacerle entender a Pedro que nadie se beneficiaría de un acuerdo semejante. Con la decisión tomada, llegó a la Cabaña de la Playa y encontró la cocinaen plena ebullición.

–Hola, jefa, me preguntaba dónde estarías. He ido esta mañana al barco yme he llevado las gambas. Tienen un aspecto estupendo –Bruno estaba colocando una caja de provisiones en la cocina–. Las he puesto en el menú. ¿Gamberi elimone con pasta? –captó la expresión preocupada de Paula y frunció el ceño–. Pero si prefieres otra cosa...

–Está perfecto –funcionando en automático, Paula comprobó la calidad de la fruta y las verduras que le habían llevado los proveedores locales–. ¿Han llegadolos aguacates?

–Sí. Tienen muy buena pinta –Bruno se detuvo con la caja apretada contra el pecho–. ¿Estás bien?

Paula no estaba preparada para hablar con nadie del asunto.

–¿Dónde está mi abuelo?

–Creo que todavía en casa –Bruno frunció el ceño mirando detrás de ella–.Ha venido pronto a comer, ¿Verdad? Y demasiado bien vestido.

Paula se dió la vuelta y vió a un hombre grueso vestido de traje merodeando por el restaurante.Sintió una oleada de ira. Pedro le había prometido esperar hasta aquella noche, pero ya estaba haciendo sentir su presencia.

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