viernes, 20 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 31

–Cuando te escondías en la cabaña de pescadores siempre llevabas la misma comida.

–No quería tener que volver a casa para comer.

–No querías volver a tu casa para nada.

–Es verdad –Paula se rió con tristeza y apartó el plato–. Esto es ridículo, ¿No te parece? Lo único que tú sabes de mí es que me gusta el queso de oveja con aceitunas, y lo único que yo sé de tí es que te gustan los deportivos y rápidos. Y aún así estás sugiriendo que nos casemos.

–No lo estoy sugiriendo. Insisto en que nos casemos. Tu abuelo lo aprueba.

–Mi abuelo está chapado a la antigua, yo no –le miró a los ojos–. Dirijo un negocio de éxito. Puedo mantener a mi hijo. No ganaríamos nada casándonos.

–Baltazar ganaría mucho.

–Viviría con dos personas que no se quieren. ¿Qué tiene eso de bueno?Me estás castigando porque estás enfadado, pero al final serás tú quien acabe sufriendo. No somos compatibles.

–Sabes que somos compatibles en lo que importa –aseguró Pedro con voz ronca–. En caso contrario no nos veríamos en esta situación.

A Paula se le sonrojaron las mejillas.

–Tal vez seas siciliano, pero eres lo bastante inteligente como para no pensar que un matrimonio solo necesita buen sexo.

Pedro se sentó frente a ella.

–Supongo que debería estar agradecido de que al menos reconozca que fue sexo del bueno.

–Es imposible hablar contigo.

–Al contrario, es muy fácil. Digo lo que pienso, y eso ya es más de lo que tú haces. No toleraré el silencio, Paula. El matrimonio es compartir. Todo. No quiero una mujer que no comparta sus sentimientos, así que dejemos esto claro desde el principio. Lo quiero todo de tí. Todo lo que eres me lo vas a dar.

Estaba claro que Paula no esperaba aquella respuesta por su parte porque palideció.

–Si eso es lo que quieres, entonces está claro que necesitas una mujer diferente.

–Tú te has forzado a ser así. De ese modo has sobrevivido y te has protegido a tí misma. Pero en el fondo no eres así. No me interesa la dama de hielo. Lo que quiero es la mujer que tuve en mi cabaña aquella noche.

–Esa no era yo –murmuró Paula.

–Claro que sí. Durante unas horas perdiste el control de la persona que has construido. Era tu verdadero yo, Paula. Lo que es fingido es el resto.

–Aquella noche fue todo una locura –Paula se retorció las manos–. No sé cómo empezó, pero sí sé cómo terminó.

–Terminó cuando tu hermano me robó el coche y se estrelló contra un árbol–Pedro confiaba en que el enfoque directo la sacaría de su rígido control, pero ni siquiera aquel brusco comentario penetró el muro que había construido a su alrededor.

–Era demasiado rápido para él. Nunca había conducido nada semejante antes.

–Ni yo tampoco –afirmó Pedro con frialdad–. Me lo habían entregado dos días antes.

–Qué comentario tan tremendamente insensible y falto de tacto.«Entonces demuestra alguna emoción».

–Tan insensible y falto de tacto como la implicación de que yo fui en cierto modo responsable de su muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario