miércoles, 4 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 6

–Mi abuelo es un hombre mayor y no se encuentra bien. Si tienes algo que decirle, me lo puedes contar a mí. Si quieres hablar de negocios, habla conmigo.Yo llevo el restaurante.

–Pero la tierra es suya –su tono suave de voz era un millón de veces más perturbador que una explosión de furia, y ese control la preocupaba porque ella nose sentía controlada a su lado.

Pensó en lo que había leído sobre Pedro ocupando el lugar de su hermano en la dirección de la empresa. Y de pronto se dió cuenta de lo idiota quehabía sido al pensar que el Beach Club era demasiado insignificante parainteresarle al gran jefe. Precisamente por ser tan pequeño le había llamado laatención. Quería hacerlo crecer, y para eso necesitaba...

–¿Quieres nuestra tierra?

–Antes era nuestra –afirmó con sequedad–. Hasta que uno de tus muchos parientes sin escrúpulos utilizó el chantaje para quitarle la mitad de la playa a mi bisabuelo. A diferencia de él, yo estoy dispuesto a pagar un precio justo y generoso por recuperar lo que siempre fue de mi familia.

Era una cuestión de dinero, por supuesto. Los Alfonso pensaban que todo podía comprarse. Y eso la asustaba. El alivio inicial había dado paso al temor. Si Pedro estaba empeñado en explotar aquellas tierras, entonces ella nunca estaría asalvo.

–Mi abuelo nunca te las venderá, así que, si esa es la razón de tu visita,estás perdiendo el tiempo. Ya puedes volver a Nueva York, a Roma o dondequiera que vivas ahora y escoger otro proyecto.

–Vivo aquí –Pedro levantó el labio superior–. Y le estoy dedicando a este proyecto toda mi atención.

Aquella era la peor noticia que podía darle.

–No se encuentra muy bien. No permitiré que le molestes.

–Tu abuelo es fuerte como un roble. No creo que necesite tu protección –su duro tono de voz le dejó claro que estaba hablando en serio–. ¿Sabe que estás llevándote deliberadamente a los clientes de mi hotel?

–Si por «deliberadamente» quieres decir a través de la buena cocina y las excelentes vistas, entonces sí soy culpable.

–Esas vistas excelentes son precisamente la razón por la que estoy aquí.

Así que eso era. No la noche que habían compartido. No la preocupaciónpor su bienestar ni nada personal. Solo negocios.Si no fuera por el alivio que sintió al ver que no había una razón máspoderosa, se habría sentido abrumada por su insensibilidad. Aunque hubierapasado lo que pasó, entre ellos había trazada una línea de muerte. Se había derramado sangre.Pero una muerte inconveniente no bastaba para interponerse en el camino de un Alfonso, pensó algo aturdida.

–Esta conversación ha terminado. Tengo que cocinar, estoy en medio de las cenas.

Lo cierto era que ya había terminado, pero quería que se marchara de allí.Pero por supuesto no lo hizo, porque los Alfonso solo hacían lo que querían.En lugar de irse se apoyó contra el quicio de la puerta con gesto seguro desí mismo y aquellos ojos negros clavados en ella.

–¿Tan amenazada te sientes por mí que tienes tener un cuchillo en la mano para hablar conmigo?

–No me siento amenazada. Estoy trabajando.

–Podría desarmarte en menos de cinco segundos.

–Podría clavarte el cuchillo hasta el hueso en menos tiempo –era una bravuconería, por supuesto. En ningún momento había subestimado la fuerza de Pedro.

–Si esta es la bienvenida que dispensas a tus clientes, me sorprende que haya gente aquí. No es precisamente calurosa, ¿No crees?

–Tú no eres un cliente, Pedro.

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