miércoles, 11 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 19

–Por supuesto, me alivia saber que está a salvo, pero eso no cambia el hecho fundamental que estamos tratando aquí. La familia es lo más importante para mí. Soy un Alfonso, y nosotros cuidamos de los nuestros. Bajo ninguna circunstancia abandonaría a mi propio hijo.

Sus palabras fueron otro golpe bajo, porque eso era exactamente lo que había hecho la madre de Paula. Se marchó cuando ella tenía ocho años. Su rostro perdió el poco color que le quedaba, y Pedro se preguntó por un instante lo quedebía de ser ver cómo tu madre te abandonaba dejándote solo para afrontar elpeligro. Conocía la historia, igual que todo el mundo. La madre de Paula  era una turista inglesa que se había enamorado del encanto y el aspecto físico de Miguel Chaves para descubrir después de la boda que era un mujeriego incurable con un temperamento violento. Tras recibir demasiadas palizas, la madre de Paula le dió la espalda a Sicilia y a sus dos hijos y poco después su padre murió en un accidente de barco.Ella le miró fijamente.

–No deberías juzgarme tan deprisa. ¿Te molestaste alguna vez en volver para comprobar si nuestra noche juntos había tenido consecuencias?

Aquel inesperado ataque le pilló desprevenido.

–Utilicé protección.

–Y funcionó bien, ¿Verdad? –ironizó Paula inclinando la cabeza–. ¿Tepreguntaste en algún momento cómo estaba después de aquella noche? ¿Cómo me estaba enfrentando al accidente que mató a mi hermano? ¿Te molestaste en venir a buscarme?

–No quería encender la situación –pero sus palabras habían despertado en él una punzada de culpabilidad. Tendría que haberse puesto en contacto con ella. La idea le resultaba incómoda, como si tuviera una china en el zapato.

–Así que admites que te preocupaba ponerte en contacto conmigo porque eso habría aumentado los problemas –la voz de Paula sonaba calmada–. ¿Cuánto más habrían aumentado si te hubiera dicho que estaba embarazada?

–El niño lo cambia todo.

–No cambia nada, solo lo hace todo más difícil –Paula se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.Con el rostro limpio de maquillaje y el pelo suelto, parecía una quinceañeray no una exitosa mujer de negocios.

–Es una pérdida de tiempo regodearse en lo que ya está hecho. Hablemos del futuro. Por supuesto que quieres verle. Eso lo entiendo. Podemos arreglarlo.

Distraído por la longitud de aquellas piernas embutidas en vaqueros, Pedro frunció el ceño.

–¿Qué se supone que quiere decir eso?

–Estoy diciendo que puedes ver a Baltazar. Llegaremos a un acuerdo siempre y cuando accedas a cumplir ciertas normas.

¿Ella le estaba imponiendo normas? Asombrado, apenas pudo acertar a responder.

–¿Qué normas?

–No toleraré que hables mal de mi abuelo delante de Balta. Ni denigrarás a ningún miembro de mi familia, incluida yo. Por muy enfadado que estés conmigo,no lo demostrarás delante de Balta. En lo que a él respecta, estamos unidos.Aunque no estemos juntos, quiero que piense que nos llevamos bien. Si accedes a eso, entonces te dejaré tener acceso pleno a él.

Estupefacto al comprobar lo profundamente equivocada que estaba, Pedro sintió una oleada de exasperación.

–¿Acceso? ¿Crees que estoy hablando de derecho de visita? ¿Crees que quiero tener a mi hijo conmigo de vez en cuando?

–¿No quieres?

–Sí. Quiero acceso total –su tono era un reflejo de su estado de ánimo. Sombrío–. La clase de acceso que tiene un padre que ejerce a tiempo completo.Acceso a acostarle por las noches y levantarle por la mañana. Acceso a pesar todo el tiempo que quiera con él. Acceso a enseñarle en qué consiste una familia de verdad. Y así va a ser. Mis abogados están trabajando en el papeleo necesario para que sea reconocido como hijo mío. Mío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario