miércoles, 25 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 42

Paula no tuvo oportunidad de preguntarle nada más porque alguien se llevó a Luciana de allí hacia un grupo de primos y ella se quedó otra vez sola. Ahora estaba casada con uno de los hombres más ricos de Italia, pero le gustaría estar en la Cabaña de la Playa recogiendo después del servicio de la cena con la perspectivade darse un baño a primera hora de la mañana con su hijo. Habían acordado que Baltazar se quedaría a pasar la noche con Luciana y su familia, y la idea de estar sin él le provocaba un nudo en la garganta. De pronto sintió deseos de agarrar a su hijo y volver corriendo a su antigua vida, donde los sentimientos eran algo predecible yseguro. Pero tuvo que despedirse de él con un abrazo y ver cómo se marchaba con su nueva familia. ¿Era egoísta por su parte desear que se hubiera puesto algo nervioso al dejarla? ¿Estaba mal esperar que le hubiera abrazado un poco más en lugar de sonreír ante la perspectiva de pasar más tiempo con sus primas? ¿Era una cobardía lamentar no tenerle allí, ya que era la única barrera efectiva entre Pedro y ella?

–Estará bien, no te preocupes por él. Lu es una gran madre –aseguró Pedro apareciendo a su lado.

Pedro, que ahora era su marido en la pobreza y en la riqueza. Y desde luego era muy rico, pensó aturdida. A pesar de saber que la familia Alfonso era millonaria, seguía asombrada por el lujo de su nueva vida. Aquel era su hotel estrella y su cuartel general. Al final de la playa estaba Villa Afrodita, la joya de la corona. La familia la alquilaba de vez en cuando a estrellas del rock y miembrosde la realeza, pero durante las próximas veinticuatro horas les pertenecería a ellos, y la idea de estar a solas con Pedro en un lugar diseñado para el amor hacía que sintiera algo parecido al pánico. Durante las últimas semanas había estado tan ocupada cuidando de Baltazar y yendo al hospital que había logrado no enfrentarse a la realidad de su noche de bodas. Pero ahora...

–No había necesidad de que se fuera –Paula  mantuvo la mirada fija en la distancia, decidida a no mirarle–. Ni que estuviera entorpeciendo un momento romántico. Es absurdo convertir esto en algo que no es.

Su observación fue recibida con silencio. Paula le miró de rojo y se encontrócon unos ojos negros como la noche que brillaban con intención.

–¿De verdad te hubiera gustado que estuviera aquí cuando finalmente liberáramos esto que hay entre nosotros? –Pedro le deslizó la mano por detrás de la cabeza y atrajo su cara a la suya–. ¿Es eso lo quieres? –su voz estaba cargadade sensualidad–. Porque no tengo ninguna intención de contenerme. Lo llevo haciendo mucho tiempo y me está volviendo loco.

Paula se miró asombrada en aquellos ojos. Podía ver el brillo de la furia.Sentir el duro mordisco de sus dedos cuando se los enterró en el pelo. Y todo lo que Pedro sentía lo sentía ella también. ¿Cómo podía ser de otra manera? La química era tan poderosa que la atravesaba. Sintió cómo se derretía. Tal vez podrían haber terminado con todo allí mismo en la terraza si alguien no se hubiera aclarado la garganta a su lado.

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