lunes, 9 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 15

–¡Pero tú no haces aceite de oliva! –el anciano agitó una mano en gesto de frustración–. Les envías nuestras aceitunas a los vecinos y son ellos los que fabrican nuestro aceite.

–Que luego utilizo en mi restaurante.  El restaurante del que todo el mundo habla en Sicilia. La semana pasada salimos en el periódico.

Pero la emoción que había experimentado por aquel instante fugaz de éxito había desaparecido. Los últimos acontecimientos lo habían reducido a la nada.

–Lo estoy haciendo bien. Soy buena en mi trabajo.

–Las mujeres deben trabajan solo hasta que encuentren un marido.

Paula dejó la botella sobre la mesa.

–No digas eso. Balta empezará a entenderlo todo muy pronto y no quiero que crezca con esa opinión.

–¡Los hombres te piden salir! ¿Pero tú dices que sí? No. Morenos, rubios,altos, bajos... siempre es «no». No dejas entrar a nadie, y así ha sido desde lo del padre de Baltazar–la miró fijamente.

Paula apretó con más fuerza la botella.

–Cuando conozca a un hombre que me interese le diré que sí –pero sabía que eso no iba a suceder.

Solo había habido un hombre en su vida y ahora mismo la despreciaba. Y peor todavía, pensaba que no era una buena madre.Para no pensar en eso se concentró en su abuelo y sintió una punzada depreocupación al verle frotarse el pecho con aire ausente. Paula se acercó impulsivamente para tomarle la mano. Él la apartó al instante y ella trató de que no le importara. No era un hombre cariñoso, resultaba absurdo por su parte intentarlo.No la abrazaba nunca ni tampoco a Baltazar.

–¿Qué te pasa? ¿Te duele otra vez?

–No hagas un drama –se hizo un largo silencio mientras él la miraba fijamente.

Paula sintió un nudo en el estómago. ¿Era su conciencia culpable, o...?

–No ibas a contármelo, ¿Verdad?

La sequedad de su tono la desconcertó.

–¿Contarte qué? –el corazón le latía de pronto como la batería de un grupode rock.

–Ha estado aquí esta noche. Pedro Alfonso–dijo su nombre como si le supiera mal en la boca.

Paula soltó la botella antes de que se le resbalara de la mano.

–Nonno...

–Sé que me prohibiste mencionar su nombre, pero, si un Alfonso entra en mi propiedad, eso me da derecho a hablar de él. Tendrías que haberme dicho que estaba aquí.

¿Cuánto sabía? ¿Qué había oído?

–No te lo dije porque sabía que reaccionarías así.

Él dió un puñetazo en la mesa.

–Le advertí a ese chico que no volviera a poner los pies en mi territorio.

Paula  pensó en los anchos hombros de Pedro. En la sombra de barba incipiente en la mandíbula.

–No es un chico. Es un hombre.

Un hombre poderoso que ahora dirigía una empresa multinacional. Un hombre con el poder de arrebatarle lo que más quería en el mundo. Un hombreque se había ido para hablar con sus abogados sobre el futuro de su hijo.Oh, Dios...

Los ojos de su abuelo brillaron de rabia.

–Ese hombre entró en mi casa sin ningún respeto por mis sentimientos.

–Nonno...

–¿No tenía valor para enfrentarse a mí?

–¡Cálmate! –Paula se puso de pie.

La emoción le quemaba en la base de las costillas. Si su abuelo estaba así de disgustado ahora, ¿Cómo se pondría cuando supiera la verdad? Volvería a empezar otra vez, solo que en esta ocasión Baltazar estaría en medio.

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