miércoles, 11 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 16

–¡No quería que te viera, y esta es la razón! Te estás poniendo furioso.

–¡Por supuesto! ¿Cómo no iba a estar furioso después de lo que ha hecho?–tenía el rostro pálido bajo la luz parpadeante de la vela.

–Cuando Baltazar nació me prometiste que dejarías el pasado atrás.

Él se la quedó mirando un largo instante.

–¿Por qué le defiendes? ¿Por qué no se me permite decir nada malo sobre un Alfonso?

Paula sintió que el calor se le agolpaba en las mejillas.

–Porque no quiero que Balta crezca con esa animadversión. Es horrible.

–Les odio.

Paula aspiró con fuerza el aire.

–Ya lo sé.

Claro que lo sabía. Y había pensado en ello cada día desde que sintió los primeros aleteos en el abdomen. Y cuando dió a luz a su hijo y le miró por primera vez, y cada vez que le daba un beso de buenas noches. Había días en los que sentía que no podía seguir cargando con aquel peso.Los ojos de su abuelo echaban chispas de furia.

–Por culpa de Alfonso estarán solos en el mundo cuando yo muera. ¿Quién cuidará de ustedes?

–Yo lo haré.

Paula sabía que culpaba a Pedro por la muerte de su hermano. También sabía que era inútil recordarle que su hermano apenas había sido capaz de cuidar de sí mismo, así que mucho menos de otros. Había sido su propia irresponsabilidad lo que le mató, no Pedro Alfonso. Su abuelo se puso de pie con cierta torpeza.

–Si Alfonso se atreve a volver por aquí y yo no estoy, puedes darle un mensaje de mi parte.

–Nonno...

–Dile que sigo esperando a que actúe como un hombre y se responsabilicede sus actos. Y, si se atreve a volver a poner los pies en mi propiedad, pagará por ello.




Pedro  estaba sentado esperando en su despacho del Alfonso Beach Club,una oficina que el director del hotel había mandado vaciar precipitadamente para él. Si necesitaba alguna indicación de por qué aquel hotel tenía menos éxito quelos demás del grupo, la tenía allí mismo, en el escritorio. La falta de disciplina y organización era visible por todas partes, desde el papel deteriorado de la pared ala planta moribunda que yacía medio caída en una esquina. Más tarde se ocuparía de aquello. Ahora mismo tenía otras cosas en mente. En la pared, mofándose de él, había una foto grande del director del hotel posando con su mujer y dos niños pequeños.La típica familia siciliana. Se quedó mirando la foto malhumorado. Sentía deseos de romperla.Nunca se había considerado un idealista, pero ¿Era idealista dar por hecho que algún día tendría una familia parecida a la de la foto? Al parecer sí. Consultó su reloj. No dudaba ni por un instante que Paula aparecería. No solo porque tenía fé en su sentido de la justicia, sino porque ella sabía que, si no lo hacía, iría a buscarla.Esperó con gesto impávido a que la oscuridad diera paso a los primeros rayos de luz cuando el sol se levantó por encima del mar iluminando la brillante superficie. Había enviado el mensaje de madrugada, en un momento en que la mayoría de la gente estaría durmiendo.No se le había ocurrido intentar dormir. No había habido descanso para él y sabía que para ella tampoco.Tenía la mente agotada, pero al mismo tiempo las cosas muy claras. Por lo que a él se refería, la decisión estaba clara. Ojalá fuera tan fácil lidiar con los sentimientos de igual manera.

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