miércoles, 25 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 44

–Ha sido íntimo.

Paula no le estaba escuchando.

–Me he mordido la lengua cuando la prensa empezó a compararnos con Romeo y Julieta. He pronunciado mis votos y te he entregado a mi hijo. He hecho todo eso no porque sienta algo por tí, sino por él y porque he visto que ya te quiere. Estoy preparada para hacer todo eso por mi hijo y ser una madre simpática cuando estemos todos juntos, pero cuando estamos solos será diferente.

De pronto se sentía agotada y se llevó los dedos a la frente, haciendo un esfuerzo por contener tantas emociones.

–¿Sabes qué? Te respetaba por no fingir que esto era algo más que un matrimonio de conveniencia. De tu conveniencia, para ser exactos. Pero nunca hemos hablado de... pétalos de rosa –jadeó.

–Dios, ¿Puedes dejar la obsesión por los pétalos de rosa ?

–No necesito pétalos de rosa en mi vida, ¿Entendido? –estaba a punto de perder el control–. No importa cuántos pétalos encargues, nuestro matrimonio sigue siendo una farsa. Y ahora me voy a la cama. Y, si tienes alguna sensibilidad,tú dormirás en el sofá.

–Soy consciente de que soy un malnacido insensible, así que supongo que eso aclara la cuestión de dónde voy a dormir –aseguró–. Y no se te ocurra pensar en salir corriendo porque te traeré a rastras. Mírame.

Paula obedeció, y, si antes le costaba trabajo respirar, ahora era todavía peor.Cuando se miró en aquellos ojos oscuros y sensuales una parte de ella cobró vida.Estaba acostumbrada a controlar sus sentimientos. Lo había aprendido de niña.Solo una vez en su vida se dejó llevar, y había sido con aquel hombre. Aquella noche en la oscuridad, la noche en que concibieron a Baltazar.El brillo de sus ojos no dejaba lugar a dudas. Y ella no pudo disimular la instantánea respuesta de su cuero. Llevaba cociéndose desde la noche en que entró en su restaurante, pero ambos lo habían mantenido a raya.Ahora no había nada que rompiera aquella poderosa conexión. No se trataba de velas ni pétalos de rosa, sino de una fuerza elemental más poderosa que ambos. Pedro estaba muy quieto, y su inmovilidad solo sirvió para acrecentar la tensión porque Paula sabía cómo iba a terminar aquello.Se movieron al mismo tiempo, acercándose con una violencia cercana a la desesperación. Las manos de Pedro le sujetaron el rostro y la besó con fuerza.Ella le abrió la camisa. Y luego le deslizó los dedos por la piel y gimió contra su boca, levantándole el vestido. Dejaron de besarse el tiempo suficiente para que se lo sacara por la cabeza, y entonces chocó su boca contra la suya y le hundió las manos en la melena apretando su poderoso cuerpo contra el suyo mientras los dos se dirigían marcha atrás hacia la pared. Seguían besándose mientras Paula le bajaba frenéticamente la cremallera de los pantalones. Se los bajó y cerró la mano sobre su dura virilidad. Pedro soltó un gruñido salvaje mientras la desnudaba con manos osadas.

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