lunes, 9 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 12

Su casa era un hogar desestructurado, revuelto y absolutamente inseguro,porque la familia Chaves no solo se peleaba con sus vecinos, también entre ellos.Cuando la conoció formalmente ella tenía ocho años y se escondía en el extremo lejano de la playa. En el lado de los Alfonso, donde se suponía que nopodía estar ningún Chaves. Se había refugiado en una cabaña de pescadores abandonada, entre tablones de madera rotos y un fuerte olor a aceite. Pedro tenía catorce años y no sabía qué hacer con aquella intrusa de pelo revuelto. ¿Se suponía que tenía que retenerla como prisionera? ¿Pedir un rescate? Al final no hizo ninguna de las dos cosas. Tampoco la había dejado sin escondite. Intrigadopor su osadía, había permitido que se ocultara allí hasta que ella decidió volver asu casa.Unas semanas más tarde supo que el día que se había escondido en lacabaña fue el día que su madre se marchó, dejando al violento padre de Paula con dos niños que nunca había querido tener. Pedro recordó que le había sorprendido no verla llorar. Eso fue años antes de darse cuenta de que ella nunca lloraba. Se guardaba todos sus sentimientos y nunca esperaba consuelo. Seguramenteporque había aprendido que no podía esperar nada de su familia. Apretó los labios. Tal vez Paula dejara a la gente fuera, pero a él no iba dejarle fuera. Esta vez no.

–Tú tomaste una decisión sin tener en cuenta a nadie más. Ahora yo tomaré la mía –afirmó Pedro con rotundidad sin permitir que su mirada suplicante alterara lo que sabía que tenía que hacer.

–¿Qué quieres decir?

–Cuando esté listo para hablar me pondré en contacto contigo. Y que no se te ocurra escaparte porque, si lo haces, te perseguiré hasta dar contigo. No tienes dónde esconderte. No hay lugar en este planeta al que puedas llevarte a mi hijo sin que yo te encuentre.

–También es mi hijo.

Pedro sonrió sin asomo de humor.

–Y eso nos plantea un reto interesante, ¿Verdad? Seguramente sea la primera cosa que nuestras familias tengan en común. Cuando decida lo que voy ahacer al respecto te lo haré saber.

Mientras el fiero rugido del Lamborghini interrumpía  el silencio de la noche,paula se dirigió al baño y vomitó. Podía deberse al miedo, al estrés o a una combinación de ambos, pero odiaba la debilidad y la sensación de vulnerabilidad.Cuando terminó se sentó en el suelo con los ojos cerrados y trató de pensar en unplan, pero no había plan que Pedro no lograra desbaratar. Tomaría el control como siempre hacían los Alfonso. El desprecio que Pedro sentía por su familia empujaría la decisión que tomara, y en parte no podía culparle por ello. En su lugar ella habría hecho probablemente lo mismo porque ahora entendía lo que era querer proteger a un hijo. Se llevó las rodillas al pecho y las abrazó. Pedro no había querido escucharla cuando trató de explicarse. No la había creído cuando le dijo que se había asegurado de que la infancia de Baltazar no fuera en absoluto como la suya.Ahora la misión de él era rescatar a su hijo de la familia Chaves.No habría piedad. Ni concesiones. En lugar de crecer en un ambientetranquilo y cariñoso, Baltazar se vería expuesto a la presión del resentimiento y la animadversión. Se vería inmerso en una guerra emocional. Y esa era precisamente la razón por la que había escogido aquel camino particularmente difícil y había vivido durante tres años con las mentiras, la preocupación y la angustia para proteger a su hijo.

–Mamá está mala –Baltazar estaba allí delante con su oso favorito en brazos y el oscuro cabello revuelto.

Las duras luces del baño le marcaban cada una de las facciones, y duranteun instante Fia se quedó sin respiración porque vió en el rostro de su hijo a Pedro. Su hijo había heredado aquellos ojos inolvidables, el mismo pelo oscuro y brillante.Incluso la forma de la boca le recordaba a la del padre de Pedro, por no hablar desu vena obstinada...Lo cierto era que habría sido solo cuestión de tiempo que su secreto salieraa la luz.

–Te quiero –estrechó impulsivamente a su hijo entre sus brazos y le besó la frente–. Siempre voy a estar aquí para tí. Y Giuliana y Bruno también. Hay mucha gente que te quiere, nunca estarás solo –le abrazó con más fuerza que nunca.

Le besó como nunca le había besado. Tal vez no fuera justo culpar a Pedro de dar por hecho que su hijo estaba creciendo en un ambiente tóxico. Él no sabía lo duro que ella había trabajado para asegurarse de que la infancia de Baltazar no fuera como la suya.

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