lunes, 23 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 37

Si Paula  se humedecía los labios ahora, le tocaría. Y sabía lo que sentiría.Aunque habían pasado más de tres años, no lo había olvidado.

–Sí. Vamos a hacerlo bien. Tenemos... tenemos que conocernos mejor.

–Yo ya sé muchas cosas de tí –aquella boca sensual tenía la suya prisionera–. Tal vez no sepa cómo te gusta el café, pero sé otras cosas. ¿Quieres que te lo recuerde?

–No.

 No necesitaba que se lo recordaran. No había olvidado nada. Ni cómo sabía Pedro ni cómo la tocaba. Y ahora le había abierto la puerta a aquellos recuerdos y sintió cómo se derretía, cómo el calor de su excitación se derramaba por su cuerpo. Pedro le sujetó el rostro con una mano. Eran los mismos dedos que sabía cómo volverla loca.

–¿Segura? Porque, si esto va a funcionar para Balta, tiene que funcionar también para nosotros –la boca de Pedro estaba a un milímetro de la suya–.Tengo que llegar a saberlo todo de tí, sobre todo lo que ocultas. Y tú tienes que conocerme a mí entero, cariño. Entero.



Durante los siguientes días Paula fue testigo de toda la potencia y la fuerza de la maquinaria Alfonso. Su abuelo fue trasladado a una habitación privada para pasar la convalecencia. Su milagrosa recuperación había que atribuirla a la rápida intervención de Pedro, pero también a sus asombrosas ganas de vivir. Y esas ganas de vivir, según creían los médicos, provenía de su deseo de ver a su nieta casarse. Y Pedro alimentaba aquella determinación manteniéndole al día de los planes de boda... planes en los que Paula tenía muy poco que decir.

–Si tienes algún requerimiento dímelo –dijo Pedro una mañana cuando volvían del hospital–. Nos casaremos en el Alfonso Spa Resort, nuestro mejor hotel. Tiene licencia para celebrar bodas y está en un enclave muy bonito, justo enla playa. Mi intención es que sea algo íntimo.Por supuesto. No se trataba de una boda para celebrar por todo lo alto,¿Verdad?

–Me gustaría invitar a Bruno y a Giuliana.

Pedro se puso algo tenso al escuchar el nombre de Bruno. Paula esperaba que se negara, pero asintió.

–Sí. Son una parte importante de la vida de Balta. Deben estar allí. Yo me encargo.

Se estaba encargando de todo. O mejor dicho, su equipo. Había sido su insistencia en que uno de sus mejores chefs se ocupara de la Cabaña de la Playa lo que le había permitido a Paula pasar con su abuelo todo el tiempo que necesitaba aquellos días. Quería enfadarse con él por haberse adueñado de la situación, pero lo cierto era que Pedro había convertido un momento angustioso y terrible en lo más llevadero posible para ella. Gracias a él su abuelo se estaba recuperando, su negocio estaba a salvo y su hijo felíz.Y cada vez que dudaba sobre su decisión no tenía más que ver cómo se portaba con Baltazar.

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