miércoles, 25 de enero de 2023

Venganza: Capítulo 7

Pedro vió temor en el rostro de Paula. Pensó que todavía era más bella de lo que recordaba. Sus facciones habían cambiado ligeramente con el tiempo, pero todavía tenía la nariz respingona salpicada de pecas y la boca… La boca era tal y como la recordaba, generosa y deliciosamente rosa, incluso en esos momentos, en los que intentaba desafiarlo con una mueca. No comprendía cómo era posible que Miguel hubiese engendrado una criatura tan exquisita. Era evidente que Paula se parecía a su madre, Alejandra, que había sido actriz y modelo. Aunque no hubiese heredado la altura de su madre y tuviese muchas más curvas que ella. Él deseó aferrarse a sus caderas. Alargó la mano y tomó la suya.


–Ven.


Y tiró de ella para sacarla de allí, consciente de que se estaba comportando como un cavernícola.


–Pedro, para.


Él se sintió todavía más decidido a llevarla con él, a su casa y a su cama. Había esperado demasiado tiempo aquel momento.


–Pedro, ¡Suéltame!


«De eso nada». Las protestas de Paula solo sirvieron para aumentar su determinación de llevársela a casa, a la cama. Había esperado demasiado tiempo aquel momento y no iba a permitir que nada se interpusiese en su camino.


–Pedro, ¡Para, déjame!


Habían llegado a la pequeña arboleda que había detrás de la vieja capilla, donde había dejado estacionada la moto. Colocó a Paula entre esta y su cuerpo y entonces le soltó la mano. Ella lo fulminó con la mirada.


–¿Se puede saber a qué estás jugando?


–No estoy jugando, Paula. No es un juego.


–Entonces, ¿Qué es? ¿Qué intentas demostrar? ¿Por qué te estás comportando de un modo tan horrible, como un matón?


-Tal vez me haya convertido en eso –respondió él–. Quizás sea lo que le ocurre a un hombre después de cuatro años y medio en la cárcel.


Paula apretó los labios.


–No entiendo por qué has salido ya. Te sentenciaron a ocho años.


–Por buen comportamiento –admitió Pedro en tono frío–. Ya ves, he sido un buen chico. Espero que no te moleste que me hayan soltado antes de tiempo.


–No. De hecho, me da exactamente igual dónde estés… O lo que hagas.


–Bien. En ese caso, sube a la moto. Vamos a Villa Ana.


–Yo no voy a ir a ninguna parte contigo.


–Vaya, y yo que tenía la esperanza de no tener que hacer esto por las malas.


La agarró por la cintura y la levantó en volandas para sentarla en la moto. Se le subió la falda, dejando al descubierto sus muslos, y su pecho subió y bajó con fuerza a causa de la indignación. Pedro intentó contener el deseo.


–Si no me bajas de aquí ahora mismo, voy a gritar.


–Hazlo si quieres. Eso no cambiará nada. Tus queridos hermanos y el resto de almas en pena están ya en el barco. Nadie te oirá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario