miércoles, 18 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 72

Afortunadamente, lo encontró en el vestíbulo, solo.


—Leonardo —lo llamó.


Él dió media vuelta. Su sonrisa era dolorosamente feliz. Paula se sentía como una auténtica canalla.


—Buenos días, nena —dijo, extendiendo los brazos, como si esperase que corriera hacia él.


En vez de hacerlo, Paula se acercó a él, tomó su mano y lo arrastró a un rincón.


—Leonardo, tengo que decirte una cosa.


Leonardo vaciló. Seguía sonriendo, pero lo preocupaba la mirada inquieta de Paula. Ella lo miró a los ojos durante unos segundos.


—Sabes lo que voy a decirte, ¿Verdad?


La sonrisa se nubló solo un poquito.


—No tengo ni idea, nena.


Paula esbozó un gesto impregnado de tristeza.


—Creo que sí lo sabes —insistió—. Escúchame, anoche…


La sonrisa de Leonardo se iba disipando poco a poco.


—¿Qué pasa con anoche?


Paula tragó saliva.


—Me… Me siento muy mal por esto, pero cuando dije que sí, creo que… Creo que me ví atrapada por la animación de todos… Tu proposición me enorgullece. Eres un hombre maravilloso, tanto que… —sacudió la cabeza a un lado y a otro, tratando de encontrar las palabras adecuadas. 


—Demonios —murmuró Leonardo—… Demonios, nena —su expresión era desoladora—, ¿Te estás echando atrás? ¿Me estás rechazando?


Paula se mordió el labio.


—Lo siento mucho, yo… creo que ayer pensé que decir «No» sería demasiado embarazoso para tí —dijo Paula. Se dió cuenta de que lo estaba mirando al pecho y se obligó a mirarlo a los ojos—. ¿Podrás perdonarme, por favor?


La sonrisa de Leonardo se disipó definitivamente, sustituida por una atención absoluta. Tras unos momentos de tensión, trató de recuperar el gesto risueño de siempre, pero sin conseguirlo.


—Creo que puedo perdonarte, Paula —dijo, con una seriedad impropia de él—. Me lo voy a tomar como un hombre —la estrechó entre sus brazos durante unos momentos y luego, la soltó—. Si Pedro pudo soportar la humillación de ser rechazado delante de todo San Francisco, creo que estoy obligado a superarlo. Cuídate, cariño, pero no sigas rechazando a los hombres o conseguirás que te crean una mujer voluble.


Paula tenía la sensación de que él se recuperaría muy pronto de aquel fracaso, probablemente antes que ella. Leonardo le dió un beso en la coronilla.


—Que tengas una buena vida, nena —le deseó—. Espero que nunca te arrepientas de lo que haces, porque no volveré a pedírtelo.


Paula recibió el reproche con sorpresa, pero sin rencor. Tal vez se lo mereciera.


—Lo siento mucho, Leonardo.


Agachó la mirada y no la levantó hasta que el sonido de las botas de Leonardo se perdió en la distancia. Su presencia en la mesa del desayuno resultaría muy incómoda para ambos, de modo que no acudiría a desayunar, decidió. Dió media vuelta, dispuesta a volver a su cuarto. Cuando se encontraba en la escalera, se detuvo, asaltada por una idea. De repente se percató de algo que había dicho Leonardo. «Si Pedro pudo soportar la humillación de ser rechazado delante de todo San Francisco, creo que yo estoy obligado a superarlo». ¿Delante de todo San Francisco? Paula se quedó helada, imaginando por vez primera lo que debió de ser para él la humillación de anunciar ante mucha gente famosa e importante que su prometida acababa de dejarlo plantado. 

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