miércoles, 18 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 73

Estaba tan conmovida que se dejó caer sobre un escalón. Había estado tan sumida en su propia tristeza por la muerte de su abuelo que ni siquiera había pensado lo que su acción podía representar para Pedro. Éste le había dicho que lo había convertido en un hazmerreír, pero ella no se había dado cuenta de todo el significado de la palabra hasta entonces.


—Habrá salido en los periódicos, en televisión… —murmuró, tapándose la cara con las manos. Todo el mundo se habría enterado. Pobrecillo, ¿Cómo había podido soportarlo?—. Pedro, cuánto lo siento. Debe de haber sido mortificante, no entiendo como no me has matado.


—¿Decía algo, señora?


Levantó la cabeza ante la pregunta del mayordomo. De repente, sintió una necesidad acuciante de disculparse ante Pedro.


—Ah, Bernardo, ¿Ha bajado Pedro a desayunar o todavía no?


Quería disculparse, pero no en público. Ojalá estuviera todavía en su habitación.


—Ha desayunado muy temprano, señora.


Paula consultó el reloj. Eran las siete.


—Tengo que hablar con él, ¿Dónde está?


—Se ha marchado, señora.


—¿Se ha marchado? —repitió Paula. Tenía un mal presentimiento—. ¿Y a qué hora vuelve?


—No va a volver, señora.


El mayordomo fue tan tajante que a Paula le costó reconocer la magnitud de lo que estaba diciendo.


—¿No va a volver?


—No, señora —dijo Bernardo, con una sonrisa, sin saber que con cada una de sus palabras a Paula se le rompía el corazón—. El señor Pedro me ha pedido que lo disculpe ante sus invitados. Ha tenido que salir hacia Zúrich por un asunto urgente.


El silencio que siguió a las palabras de Bernardo corría el riesgo de hacerse permanente. Paula se agarró a la barandilla de la escalera. Estaba desorientada, perdida y sentía una tristeza inconsolable. ¿Cómo que Pedro no volvería? ¿Qué demonios significaba eso?


—¿No va a volver? —repitió, como si a fuerza de repetirla, aquella pregunta pudiera obtener una respuesta distinta. 


—Yo diría que no, señora. Cuando vuelva a San Francisco, su piso estará listo, y me ha dado órdenes de cerrar la casa en cuanto usted termine con su trabajo.


Paula vaciló. No podía aceptar lo que estaba oyendo. No podía ser cierto. Si Pedro no regresaba, nunca volvería a verlo. Sacudió la cabeza a derecha e izquierda. Se negaba a aceptarlo.


—¿Algo más, señora?


—No, nada más, Bernardo, gracias —dijo Paula, tragando saliva.


El criado desapareció sin hacer el menor ruido, o eso le pareció a Paula. Pero quizá ella no lo oyó, porque todos sus sentidos se concentraban en una sola cosa. Pedro se había marchado. 

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