miércoles, 4 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 52

 —Vaya, una deducción digna de Sherlock Holmes.


Paula miró la cerradura. Si las miradas pudiesen abrir puertas, la suya habría perforado la puerta mejor cerrada.


—O eso, o alguien nos ha encerrado… —dijo Pedro, aunque la idea le parecía ridícula.


—No diga tonterías…


—Si han hecho lo que creo que han hecho —dijo él, cerrando los ojos en un gesto de impaciencia—, los voy a matar, a los dos.


—¿A quiénes? ¿De qué está hablando? —preguntó Paula, mirando la puerta como si esperase ver lo que a él lo ponía tan furioso.


—Nos han encerrado —dijo Pedro. Ya no le cabía la menor duda.


Paula se quedó mirando la puerta fijamente, como si necesitara unos segundos para comprender lo que estaba sucediendo. Cuando lo hizo, abrió los ojos como platos y miró a Pedro, completamente perpleja. Si él no hubiera estado tan enfadado, aquella expresión le habría resultado muy divertida.


—¿«A los dos»? —preguntó ella—. ¿A qué dos?


—A su madre y a mi abuelo —respondió Pedro—. Tengo la impresión de que se han puesto de acuerdo para echarnos a uno en los brazos del otro.


Paula se quedó boquiabierta.


—¡No! ¡No se atreverían!


—Sí que se atreverían.


¿Qué tenía aquella mujer para crearle tanta frustración? ¿Por qué en su presencia se sentía incómodo e irritable? ¡Maldita fuera por siempre! Con ella alrededor, era incapaz de concentrarse en nada, parecía una maestra de la distracción. Pero él la enseñaría. Puesto que no podían salir de allí, lo mejor era aprovechar la situación que le brindaba el destino para avanzar un paso más en el camino de la venganza. Esbozó una sonrisa maliciosa y preguntó:


—Puesto que solo hay una cama, ¿Cómo se siente ante la perspectiva de pasar la noche conmigo? 


Paula, sorprendida de que Pedro se dirigiera a ella de un modo tan morboso, le respondió con una mirada sombría. En realidad, ¿Sabía cómo se sentía ante la perspectiva de dormir con él?


—Muy gracioso —replicó.


Quería apartar la mirada, pero, por algún motivo, sus ojos se negaban a apartarse de los ojos de él. La verdad era que tenía un aspecto imponente, con sus pantalones caqui y la camisa de Armani medio remetida. La chaqueta se adaptaba a la perfección a sus anchos hombros, como si estuviera hecha a medida, y su postura desafiante, con las piernas separadas, le daba un aspecto todavía más masculino. Por primera vez, quizá por el hecho de que llevara fuera un faldón de la camisa, manchado con su propia sangre, parecía revestido de cierta fragilidad, lo que lo convertía en un ser más humano y, extrañamente, provisto de una cierta gracia. De algo no le cabía la menor duda a Kalli: se trataba de un hombre muy complejo. Bajo su dureza habitual, ocultaba una gran ternura, como demostraba el modo en que la había tratado al ver que estaba sangrando. El curso que estaban tomando sus pensamientos no le gustaba nada, así que dió media vuelta y se dirigió a buscar la única silla que había en la habitación.


—Enrique y mi madre volverán a eso de las dos. Prefiero quedarme aquí sentada hasta que vuelvan.


—Y cuando vuelvan, los matamos, ¿De acuerdo? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario