lunes, 2 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 49

Cerró los ojos, apretando mucho los párpados. Por muy horrible que fuera, la verdad era la verdad. Enterró la cara debajo de la colcha y aulló.


—¡Oh, Dios!


A un nivel consciente, quizá no supiera que se trataba de Pedro, pero en el fondo, sabía muy bien que era él y había aprovechado la ocasión para besarlo. El hecho de que se sintiera acosada por un agudo sentimiento de culpa lo demostraba.  Puesto que avergonzarla era el único motivo de que Pedro la hubiera manipulado para aceptar aquel trabajo, ahora tenía que andar con mucho cuidado, porque desde luego, había conseguido sus propósitos. ¡Con qué desesperado deseo lo había besado! Y qué desesperadamente humillante resultaba. Resopló, tratando de recobrar el control de la situación. Tenía que poner fin a aquella lamentable situación. No podía dejarle ver hasta qué punto la había perturbado aquel beso. Gracias a Dios, había sido muy breve y no había tardado en recobrarse.


—¡Déjalo ya! —se dijo, resuelta a recuperar el control de su tembloroso cuerpo. Le quedaba mucho trabajo por hacer. 


Si se concentraba, al cabo de una semana habría trazado el plan básico de reforma. Quizá tardara menos si se dedicaba a ello día y noche. Cuanto antes se marchara de aquella casa, mejor para su salud mental, por no hablar de su bienestar físico. Después de todo, no podía contar con que Pedro estuviera cerca la próxima vez que, precisamente por distraerse pensando en él, se cayera de la escalera. Y mucho menos quería arriesgarse a darle otro beso. Los dos que le había dado la atormentarían durante largo tiempo. Quizá no pudiera sobrevivir a un tercer desliz de aquellas características. Pasar el resto de su vida acosada por el recuerdo de Pedro era algo que no podría soportar, por mucho que aquel trabajo impulsara su carrera como diseñadora de interiores. Sabía que en cualquier momento podría caer en sus brazos, como sabía, en el fondo de su alma, que era un magnífico amante. Y si hacía el amor con él… Entonces sí que no podría olvidarlo. Conocerlo en la mayor de las intimidades acabaría con ella… Para siempre. Resultaba tristemente irónico que, para Pedro, una noche de pasión entre ambos significara muy poco a nivel emocional. Paula estaba convencida de que, en su balance de activos y pasivos, él anotaría la conquista de la mujer que lo había rechazado como la más dulce y triunfal de sus venganzas. A Pedro no lo hacía muy feliz la idea del recado, pero era la noche libre de los criados y Enrique y Alejandra se estaban arreglando para salir. Iban a ver una obra de teatro a San Francisco. Desgraciadamente, no había nadie más que él para llevar el recado. Subió a la tercera planta, donde Paula llevaba trabajando todo el día. No la había visto, lo cual lo alegraba, porque necesitaba poner espacio entre ellos. Cuanto más tiempo pasaba cerca de ella, más le costaba combatir la atracción que sentía y más se enfadaba con Paula por rechazarlo. No le caía bien, pero no podía quitársela de la cabeza y comenzaba a temer por su cordura. Respiró profundamente, tratando de calmarse, y llamó a la primera habitación.

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