miércoles, 18 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 71

Con un asentimiento infinitesimal, susurró:


—Sí.


Paula oyó su propia voz, pero le pareció difusa, lejana, como si hubiera sido otra persona quien pronunciara el monosílabo. Se sintió desorientada, fuera de lugar, como si alguien la hubiera colocado en el papel protagonista de un melodrama surrealista. Estaba indefensa, a punto de llorar, de modo que optó por no contener las lágrimas. Decir «Sí» era el camino más fácil, el que menos resistencia le exigía. Era una decisión cobarde y lo sabía, pero qué podía hacer. Se dijo que no podía hacer otra cosa, pero lamentó lo que hizo, se arrepintió de haber tomado el camino más fácil. Para Pedro, el «Sí» de Paula tuvo el efecto de un viento invernal. Se le heló el alma, pero se mantuvo en su sitio, con una sonrisa hueca, censurando un dolor que se negaba a reconocer. Leonardo se puso en pie de un salto y dejó escapar un largo aullido. Los demás invitados se unieron a la fiesta. Alejandra y Adrián se apresuraron a felicitar a la pareja. Alejandra abrazó a su hija y Adrián se fundió en un abrazo con Leonardo. Enrique aplaudió, aunque Pedro captó una mirada acusadora dirigida directamente hacia él. El viejo parecía decir: «¿Ves lo que te ha costado tu orgullo, muchacho? ¡Se ha prometido con otro!» Pedro no estaba de humor para discutir con su abuelo y prefirió levantarse de la mesa y acercarse a felicitar a su amigo.


—Felicidades, Leonardo —dijo, ofreciéndole la mano. Sus ojos, sin embargo, se deslizaron por su cuenta hacia los de Paula. El rubor le daba un delicioso color sonrosado a su preciosa cara.


Leonardo aceptó la mano de Pedro y la apretó, pero ni siquiera así pudo captar la atención de su amigo, que miró durante unos segundos a Paula antes de decirle:


—Cuando dije que sabía que encontrarías lo que estabas buscando, no tenía ni idea de que sería tan pronto.


Paula se avergonzaba tanto de sí misma que ni siquiera se atrevía a mirarse al espejo. ¿Cómo había sido capaz de aceptar la proposición de Leonardo, ni siquiera por no herir su orgullo? Porque no tenía intención de casarse con él. Su apresurada aceptación había sido una irracional y estúpida reacción ante la obvia indiferencia de Pedro. Apenas había dormido, mortificada por el odio a sí misma. Sin embargo, por muy cansada que estuviera, había recobrado el sentido y la valentía y sabía muy bien lo que tenía que hacer. El desinterés de Pedro no cambiaba el hecho de que ella no estaba enamorada de Leonardo. Era un hombre extraordinario y merecía mucho más de lo que ella podía ofrecerle. Algún día encontraría a la mujer de su vida, a alguien que lo adorase y que aceptara su proposición por los motivos adecuados. Aquella mañana, Adrián y él se marchaban. No les quedaba más remedio que poner fin a su visita, que se había prolongado durante demasiado tiempo. De manera que Paula tenía que hablar con él cuanto antes.

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