viernes, 13 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 65

 —Lo cierto es que no sé cuál es la mejor manera de elegir una compañera para toda la vida, Paula —admitió—. Evidentemente, para tí un matrimonio concertado no era la solución. Tú has hecho lo que tenías que hacer. En cuanto a mí, yo quiero casarme y tener hijos. Y como soy un producto de nuestra cultura de gratificación instantánea, supongo que pensé que un matrimonio concertado era la solución más rápida. Tenía prisa. Quería una familia y me dije que podía tenerla en poco tiempo — dijo, y sonrió—. No importa cómo se conocen dos personas, la amarga verdad es que las relaciones llevan mucho tiempo y mucho trabajo. Tal vez todo habría sido distinto si nos hubiéramos concedido algún tiempo para conocernos.


—¿Y de quién es la culpa de que eso no haya sucedido así? — preguntó Paula.


—Solo mía —admitió Pedro—. Yo cancelé nuestros encuentros, y no tuvimos tiempo de conocernos.


En efecto, aquel enorme fiasco era culpa suya, nada más que suya. «Qué gran plan trazaste, maldito egoísta, que solo pensabas en tus negocios», se reprendió. 


—En fin, creo que ha llegado el momento de disculparme. Lo siento —dijo, en el tono que reservaba para los asuntos más serios—, siento mucho haberte metido en este gran lío. Lo siento.


Sus disculpas parecían pender entre los dos, en mitad de un silencio cortante.


—Creo —prosiguió Pedro, que por encima de todo quería sacar a Paula de la tristeza en que estaba sumida— que mi manera de elegir a mi esposa no es tu problema y no tienes que responsabilizarte por ello. Así que, Paula, por favor, no hipoteques tu felicidad preocupándote por mí o por lo que tu abuelo o cualquier otra persona pudiera desear. Solo tú puedes vivir tu vida.


El tiempo pasó en medio de un gran silencio hasta que Pedro llegó a la conclusión de que no merecía la pena seguir arrodillado ante Paula como un desesperado pretendiente. Si ella no lo creía o las cosas habían ido demasiado lejos y no podía aceptar sus disculpas, ¿Qué más podía hacer él? Se puso en pie, sin motivo aparente, depositó un beso en su coronilla.


—Buenas noches, Paula, espero que encuentres lo que estás buscando.


Paula estaba paralizada, en la misma posición en que se había quedado cuando Pedro la besó en la coronilla. Incluso sus lágrimas parecían haberse detenido. Al cabo de muchos minutos, parpadeó, tratando de volver en sí, de comprender qué había sucedido exactamente. ¿Sería verdad que Pedro, esa especie de animal insensible, se había disculpado? ¿Lo había hecho sinceramente o era uno de esos hombres que haría cualquier cosa para que una mujer dejara de llorar? Soltó las rodillas y se apoyó en la tumbona, contemplando la noche. ¿Y si había sido sincero? ¿Y si lamentaba de verdad todo lo sucedido? Volvió a parpadear para contener las lágrimas, que se derramaron a pesar de todo.


—Ha sido un gran gesto —se dijo— el de intentar aliviar mis culpas. Así pues, Pedro, puedes ser tierno y bueno…


Se tapó la boca con las manos. Descubrir que Pedro era tierno y, en el fondo, un hombre bueno solo serviría para acrecentar su dolor, porque en aquellos momentos se daba cuenta de que por su apresurado rechazo, motivado únicamente por el temor, por el miedo, había perdido a un hombre muy especial. 

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