lunes, 30 de enero de 2023

Venganza: Capítulo 13

 –Eres un ser despreciable y vil –dijo por fin.


–Sí, sí. Eso y mucho más. Insúltame todo lo que quieras si eso te hace sentir mejor, pero no va a cambiar nada. ¿Y sabes qué es lo peor?


La miró de arriba abajo.


–Que ni siquiera te has resistido. Ha sido tan fácil que casi resulta patético.


Ella se dobló por la mitad, como si la hubiese golpeado en el estómago, y tuvo que apoyarse en el respaldo de una silla. Tomó aire y entonces se incorporó. Lo miró con desprecio y se dió la vuelta para marcharse.


–No tan deprisa –dijo él, interponiéndose en su camino.


–Apártate, por favor.


–No te marcharás hasta que yo no lo diga.


–¿Forma esto parte de tu plan? ¿Vas a retenerme en contra de mi voluntad? ¿Todo para demostrarme que te has convertido en un canalla?


–¿Y si lo hiciera? –le preguntó él–. Ambos sabemos lo que pasaría. Que no querrías separarte de mí, Paula. Puedes fingir sentirte indignada e incluso resistirte por dignidad, pero en realidad bastaría con que chasquease los dedos para que fueses mía. Para que me suplicases que te hiciese el amor. Mira cómo acabas de comportarte. Es lamentable. Deberías darme pena.


Zas. La mano de Paula aterrizó con fuerza en su mandíbula. Lo había visto venir y podía haberlo evitado. Después de tanto tiempo rodeado de criminales, su instinto se había aguzado y había aprendido a anticipar situaciones antes de que ocurrieran. Siempre había sido rápido, pero en esos momentos lo era como el rayo. Y, no obstante, había permitido que ocurriera, había querido que aquella reacción tan primaria le demostrase que estaba vivo. Y la bofetada había hecho que se le acelerase el corazón. Paula Chaves, la joven a la que no había podido olvidar, cuya traición lo había consumido durante los últimos años. En esos momentos la tenía donde quería tenerla. La estudió con la mirada y pensó que debía sentirse triunfante, vengado, pero no fue así. Lo único que sentía era la abrumadora necesidad de poseer su cuerpo otra vez. Solo podía pensar en lo bella que era. Se quedó en silencio, a la espera del siguiente movimiento de Paula. La vió bajar la mano y la mirada, y que el labio inferior empezaba a temblarle.


–¿Recurres a la violencia, Paula? –se burló él–. Jamás lo habría imaginado de ti.


–No te mereces otra cosa.


–Tal vez no, pero, si vamos a ser sinceros, quizás deberías mirarte a tí misma.


–¿Qué quieres decir?

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