miércoles, 4 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 53

Paula lo miró directamente a los ojos. Tuvo que esforzarse por contener una sonrisa antes de responder. ¿Rasgos de ternura y, además, humor? Desde luego aquello sí podía calificarse de guerra sucia.


—Como quiera.


La sonrisa de Pedro se transformó y pasó a ser de auténtica diversión. Por unos instantes, su personalidad provocadora se disolvió, dejando paso a un carisma ante el que resultaba difícil resistirse. Molesta consigo misma, Paula se cruzó de brazos y se irguió. Pedro se aclaró la garganta. Y bastó ese gesto para captar la atención de Paula, que sintió gran pesar por ello.


—Relájese —dijo él, señalando la cama con un ademán—, no pienso atacarla —declaró, levantando las manos, para recalcar su intención—. Me paso sentado la mitad de mi vida, en despachos, aviones, incluso en restaurantes, y he aprendido a dormir en cualquier parte —dijo, guiñándole un ojo.


Aquel gesto bastó para que a Paula se le acelerase el pulso.



—Me da igual —replicó ella, cruzando las piernas, pero el dolor de la pierna hizo que se acordara de la herida y tuvo que volver a cruzarlas para colocar la rodilla herida sobre la otra. Tamborileando con los dedos, se quedó mirando el trozo del que había extraído la muestra de papel pintado.


Un papel pintado con rosas, probablemente de veinte años de antigüedad, quizás quince. Trató de concentrarse en el papel. Por nada del mundo quería conocer a un Pedro Alfonso más humano y más simpático, y mucho menos en un lugar como aquel, en un dormitorio! Desde lo más profundo de su corazón, prometió que su madre y Enrique se iban a ganar una buena regañina en cuanto volvieran. No se había sentido tan mortificada en toda su vida. De repente, se vió rodeada de una oscuridad completa.


—¿Por qué ha apagado la luz?


Por toda respuesta, Paula oyó un juramento dicho entre dientes.


—Encienda la luz y déjese de juegos.


—Yo no he apagado la luz.


—Ah, no, claro que no —replicó Paula, cada vez más enfadada—. Por supuesto, usted no… —se interrumpió al darse cuenta de que cabía otra posibilidad, otra horrible posibilidad—. Por favor, no me diga que han sido ellos.


—Vale, pues no se lo diré, pero han sido ellos.


Paula sacudió la cabeza. Comenzaba a pensar seriamente mente en la posibilidad de cometer un homicidio.


—¿Es que han perdido el juicio? —preguntó sin esperar respuesta, mesándose los cabellos—. No puedo creerlo, es imposible. ¿Y se creen que solo porque estemos a oscuras…? —no podía continuar, la idea era descabellada.


—Este es mi plan —gruñó Pedro—: Usted acaba con el viejo y yo me cargo a su madre.


Siguió un silencio extraño e incómodo. Paula se vió asaltada por un torrente de pensamientos que solo interrumpió una risita callada. Cuando se dió cuenta de que aquella risita era su propia risita, se quedó perpleja. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario