lunes, 16 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 70

A Pedro le dió una punzada en el estómago. Temía que se produjera otro acontecimiento aún más inesperado que el primero. Esa vez no podría soportarlo. Leonardo se arrodilló a los pies de Paula. ¡Oh, no!


—Soy hombre de pocas palabras, señorita.


Pedro solo podía ver el perfil de Paula, pero le bastaba para apreciar su expresión. Parecía confusa.


—Desde que te ví me pareciste más guapa que una rosa en mitad de un campo de margaritas. Y supe que este momento tenía que llegar, tarde o temprano.


Pedro ya no sentía una punzada, sino una auténtica puñalada.


—Paula, he recorrido mucho mundo y he conocido a muchas mujeres, pero, por todos los demonios, ninguna me ha hecho sentir la mitad de lo que siento por tí. En fin, muñeca, si tú quieres, desde ahora mismo te digo que yo estoy dispuesto a sentar la cabeza. Así, que, nena, si me quieres, aquí me tienes.


Paula dió un respingo, el único sonido que se oyó en toda la habitación. Pedro no le quitaba ojo. Al ver cómo separaba los labios, comenzó a buscar razones por las que no debía aceptar, pero no se le ocurrió ninguna. Leonardo era su mejor amigo y al parecer, estaba enamorado como un imberbe. ¿Por qué iba él a oponerse a aquella relación? Quizás tuviera algún motivo para oponerse hacía un mes, pero ya no. Se puso pálida por unos instantes, pero no tardó en recuperar el color y ruborizarse. Leonardo sonreía. Pedro estaba serio como un muerto. «¡Maldita sea, es tu mejor amigo! ¡Deséale suerte, maldito canalla!» Ella movió los labios, pero no emitió ningún sonido. A continuación miró a su alrededor, como si deseara comprobar la reacción de los demás. Al cruzar la mirada con Pedro, éste disfrazó su inquietud bajo una fachada de tranquila curiosidad. Los ojos de Paula parecían enormes, llenos de luz. Por un instante, le pareció que aquella mirada se hacía más intensa, pero la impresión duró un segundo. Al cabo de ese segundo, volvió a mirar a Leonardo.


—Yo… yo…


—Espero que ese sea el comienzo de «Yo también te quiero», vaquera —bromeó Leonardo—, he apostado todo lo que tengo a caballo ganador.


Paula estaba desorientada, presa de una enorme confusión. Se mordió el labio inferior y parpadeó varias veces. En el ojo de su mente solo podía ver el rostro de Pedro. Pero al mirarlo, él no podía demostrar menos interés. Su silenciosa declaración de indiferencia le dolía profundamente. Pero lo peor era que no podía pensar, aunque tal vez no quisiera hacerlo. Miró a Leonardo. Era guapo y tenía un cuerpo precioso. En aquellos momentos, su expresión demostraba una gran vulnerabilidad, como si hubiera puesto su corazón en aquella mesa, cosa que en realidad había hecho. No podía humillarlo delante de todos. No habría sido justo. Ya tendría tiempo de quitarle la idea de la cabeza poco a poco, con suavidad, en privado. 

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