viernes, 20 de enero de 2023

Serás Mía: Epílogo

Esta vez no hubo gran lista de invitados, ni trajes de etiqueta y, lo más importante, la novia no se echó atrás. Esta vez, en un día cálido de la soleada California, Pedro Alfonso y Paula Chaves se casaron en una ceremonia íntima celebrada en los jardines de su mansión. Esta vez no hubo tristeza que empañara la ocasión. Adrián acompañó al altar a su nueva hija mientras Alejandra, la madrina, derramaba lágrimas de alegría. Enrique observó con orgullo a su nieto, que por fin había entrado en razón. Incluso el tiempo acompañó y el sol brillaba con benevolencia, rindiendo su tributo a los recién casados. Esta vez Paula se casó por amor y, para asombro suyo, viviría en la mansión que con tanto afecto había restaurado. Alguien la tomó en brazos, levantándola en el aire y abstrayéndola de sus pensamientos.


—¿Dónde estabas, mi amor? —le murmuró Pedro al oído.


Paula parpadeó y lo miró a los ojos, unos ojos que brillaban con la luz del amor. Le echó los brazos al cuello y sonrió.


—Estaba dando gracias al cielo por haberte encontrado.


Pedro sonrió y a ella se le derritió el corazón.


—Cuánto tiempo perdimos, Paula, por mi insistencia en vengarme — dijo él.


—Cometí un error al no darte una oportunidad, tenías derecho a vengarte.


Pedro comenzó a subir las escaleras con ella en brazos, en dirección a su cuarto.


—Tenías motivos para dudar, te traté más como a una cliente de segunda clase que como, a mi prometida.


Paula lo besó en la mejilla y sonrió.


—¿Cómo es posible que hayamos tenido tanta suerte después de comportarnos de un modo tan estúpido? 


Pedro se detuvo ante la puerta del dormitorio. 


—Creo que en eso tenemos que darle gracias al cielo —dijo, y miró hacia arribó—, y al abuelo Roberto.


—Ah, sí —dijo Paula besando a su marido en los labios—. Hablando del abuelo, cariño, me gustaría recordarte que tenemos una promesa que cumplir. 


Pedro sonrió.


—Eso es exactamente lo que yo estaba pensando, cariño —dijo, y abrió la puerta.


Paula advirtió el brillo malicioso de su mirada y se rió al pensar en lo que estaba a punto de suceder, y fue ella la que empujó la puerta para cerrarla. El mundo podría arreglárselas sin los recién casados por algún tiempo.


Pedro y Paula Alfonso y fueron muy diligentes y pronto consiguieron lo que estaban buscando: Unir en una sola sangre a sus dos familias. El otoño siguiente trajo el nacimiento del joven Baltazar Roberto Enrique Alfonso, al que un año después se unió la pequeña Olivia Alejandra Alfonso. No hace falta decir que el abuelo Roberto se sintió muy feliz. 







FIN

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