miércoles, 4 de enero de 2023

Serás Mía: Capítulo 51

 —Su madre me ha dicho que tiene que escuchar su contestador. Se olvidó de decirle que un tal señor Clover iba a llamar interesándose por un proyecto de restauración.


Paula se quedó mirándolo con expresión perpleja.


—¿Y, de repente, le ha parecido tan urgente que no podía esperar y ha tenido que subir usted a decírmelo? 


Pedro se puso en pie.


—Por el tono de Alejandra, me parecía urgente. 


Paula se encogió de hombros.



—Bueno, pues gracias, aquí casi he terminado.


Dijo esto mirando a Pedro directamente a los ojos. Su mirada no dejaba lugar a dudas, estaba deseando que desapareciera. Él, por su parte, no deseaba menos que ella dejar de verla.


—Esta noche voy a salir —declaró él—. Espero que no le dé miedo quedarse sola en una casa vieja y medio en ruinas. 


Nada más decir eso, oyeron un crujido, como si alguien hubiera pisado una tabla rota del entarimado del pasillo. El crujido fue seguido por un pequeño chirrido metálico. Se dirigió a la puerta, pues el ruido parecía el de una cerradura oxidada. Frunciendo el ceño, se quedó mirando el picaporte.


—¿Ha oído…?


—Las casas viejas y medio en ruinas me dan un miedo de muerte — replicó ella. Pedro la miró. Se estaba burlando de él. Para ella, al parecer, aquel ruido no tenía la menor importancia—. Por eso me dedico a restaurarlas, porque soy masoquista.


Pedro no replicó. Tal vez se merecía aquel trato. Pero tenía que salir de la casa enseguida. Antes de abandonar la estancia, contó hasta diez y esbozó una sonrisa que no sentía.


—Felicidades —dijo, consultando el reloj. Eran casi las ocho. Si quería ver al constructor encargado de reformar su piso, más le valía ponerse en marcha. Luego iría a cenar, y a algunos clubes. Cualquier cosa con tal de distraerse—. Tengo que irme.


—¿Otra cita?


Pedro estaba de cara a la puerta, pero aquella réplica hizo que se diera la vuelta.


—Por supuesto —mintió—. Ya sabe lo que suele decirse en estos casos.


Paula alzó la redonda barbilla a la que Pedro había dedicado tantos pensamientos en los últimos días.


—No, no lo sé. ¿Qué suele decirse? 


Pedro se encogió de hombros e improvisó.


—Solo se mejora con la práctica.


Se acercó a la puerta. Como se atrancaba, tiró con fuerza. Pero la puerta no se movió. Volvió a tirar, con el mismo resultado.


—¿Qué hace?


Pedro dió media vuelta.


—Bailo la samba. ¿Qué voy a hacer?


Paula se puso en pie, cruzándose de brazos.


—Pues he de decirle que no baila muy bien que digamos —dijo, y se acercó a la puerta—. ¿Está atrancada? 

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