miércoles, 25 de enero de 2023

Venganza: Capítulo 10

Había sido el día de su decimoctavo cumpleaños, una bonita noche de junio, después de que hubiese terminado los exámenes y se hubiese marchado por fin del internado que tanto había detestado. Había ido a pasar unas semanas bajo el sol de Grecia antes de volver al Reino Unido, donde empezaría la universidad. Le había gustado la idea de la fiesta, aunque su padre hubiese invitado a sus propios amigos. Él la había animado a invitar a sus amigos ingleses y se había ofrecido a pagarles el billete de avión. Aunque lo cierto era que Paula no había tenido muchos amigos, y no había querido espantar a esos pocos presentándoles a su padre. Porque siempre se había avergonzado de él, de sus excesos con el alcohol, de las copiosas comidas que pedía todas las noches, de su carácter. No obstante, había querido ver a una persona: A Pedro. Y por eso había intentado domar su melena pelirroja, se había puesto pintalabios y máscara de pestañas, y un vestido verde esmeralda que le sentaba muy bien. Y, para terminar el conjunto, unas sandalias doradas de tacón. Pero él no se había presentado. Había sido su padre, Horacio, el que había llegado a la casa con la fiesta ya empezada, aparentemente enfadado, pidiéndole a Miguel que entrasen al interior a hablar en privado. No había podido ni preguntarle qué había sido de Pedro. Al final, había decidido tomar las riendas de la situación. Había tomado prestado el coche de Horacio, que había dejado las llaves puestas, y se había presentado en Villa Ana con una sonrisa, y una botella de champán en la mano. Allí se había encontrado con Pedro, que parecía nervioso, agitado.


–¡Pau! ¿Qué haces aquí?


–He venido a verte. Es mi cumpleaños, por si se te había olvidado.


–No, no se me ha olvidado. Muchas felicidades –le había respondido él, de modo menos cariñoso de lo habitual–. ¿Has visto a mi padre?


–Sí, está en mi fiesta. Donde también deberías estar tú. Me lo habías prometido, Pedro.


–¿Y lo has visto bien?


–Sí, ¿Por qué?


–Porque se ha marchado de aquí con muchas prisas y no ha querido decirme qué pasaba.


–Pues a mí me ha parecido que estaba bien. Se ha quedado hablando con mi padre. Y me ha dicho que viniese a buscarte.


–¿Te ha dado las llaves de su coche? –le había preguntado Pedro, claramente sorprendido.


Pero ella había pensado que no estaba allí para hablar de Horacio. Y se había dado cuenta del verdadero motivo por el que estaba allí. Porque quería que Pedro le hiciese el amor. Todavía recordaba el gesto de sorpresa de él cuando se había acercado y le había echado los brazos al cuello, sin soltar la botella de champán, y se había pegado contra su espalda. Él se había reído y le había dicho que no hiciese tonterías, que había bebido demasiado, pero, al girarse y mirarla a los ojos, había entendido lo que ocurría. Se había dado cuenta de que ya no era una niña. De que sabía lo que estaba haciendo. Y que lo deseaba. Aun así, se había resistido, pero Paula había apretado su cuerpo contra el de él. Había dejado la botella de champán y había hundido las manos en su pelo para acercarlo más. Y, cuando lo había besado, él había reaccionado con pasión y la había llevado hasta el sofá, donde ya no había habido marcha atrás.

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