miércoles, 27 de marzo de 2019

Cenicienta: Capítulo 44

De repente la vio en la playa. Una sonrisa se asomó a sus labios y sus hombros se relajaron al verla saltar en el agua, ataviada con uno de los bikinis que había comprado en Porto Cervo. Ese día iba de color violeta. De pronto ella se detuvo y miró hacia la casa, como si supiera que la estaba observando. Fue a hablar con unos niños que estaban jugando a cierta distancia en la orilla. Pedro aguzó la mirada. Reconocía vagamente a aquel niño moreno y a la niña más pequeña. Eran los hijos de unos empleados internos de la casa de al lado. Paula se sentó en la arena junto a ellos y les ayudó a construir un castillo de arena. La observó mientras jugaba en la playa. Estaba tan feliz, tan libre… Era tan buena con los niños…

Había visto esa mirada dulce y tierna en sus ojos cada vez que le hablaba de su bebé. Ella era todo lo que un hombre podía desear en una esposa, todo lo que la madre de su hijo debía ser. Solo tenía un único defecto. Ella le amaba. Había estado a punto de confesarle su amor antes de la boda, pero él la había hecho detenerse al ver lo que estaba a punto de decir. Soltó el aliento…


Cuando estaba en el primer año de carrera en Stanford, se había enamorado locamente de una camarera de veinticinco años, y se había tomado su tiempo para cortejarla durante meses como un perfecto caballero. Pero un día Candela le había arrastrado a su departamento y le había suplicado que le hiciera el amor. Le había dicho que no necesitaban preservativos porque ella tomaba la píldora.

–Confías en mí, ¿No? –le había preguntado con los ojos muy abiertos.

Después de tantos años esperando, el sexo había sido toda una revelación. Estaba loco de emoción. Y cuando ella se había quedado embarazada, había sido como un milagro. Pero entonces murió su padre, dejando un rastro de deudas astronómicas. Pedro tuvo que dejar la universidad, pensando en conseguir un empleo rápidamente para ayudar a su madre. Tenía intención de proponerle matrimonio a Candela lo antes posible. Al principio iban a ser pobres, pero él estaba dispuesto a trabajar las veinticuatro horas del día y a invertir cada centavo que ganaba. Algún día, se había prometido a sí mismo, iba a darle la vida de una princesa. Le compró un anillo barato que casi no se podía permitir y se la llevó de picnic al parque. Pero las cosas no salieron tal y como él esperaba. Mientras él hablaba, Candela guardaba silencio y apenas comía el sándwich. Después se la había llevado a bailar, lo que más le gustaba hacer en su tiempo libre. Quería demostrarle que su vida juntos podía ser romántica y divertida, incluso sin dinero. Pero en mitad de la primera canción, Candela se detuvo en medio de la pista de baile. Levantó la vista hacia él. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario