miércoles, 28 de febrero de 2018

Inevitable: Capítulo 5

—Sí, por supuesto —por fin Pedro pudo apartar los ojos de Paula Chaves—. De acuerdo.  Tomenlo  con  tranquilidad.  Ya  saben  lo  que  hay  que  hacer  —les  dijo  a  las  demás modelos.

Todas  empezaron  a  moverse  en  círculo  de  nuevo  y  Aldana se  introdujo  con  facilidad en la formación sin que el cuerpo le temblara, notó Pedro con satisfacción.

—¿Y qué pasa conmigo? —preguntó Paula—. ¿Qué debo hacer ahora?

Pedro la  miró  una  vez  más.  Su  mente  veía  todo  lo  que  el  albornoz  tapaba.  El  cuerpo se le endureció.Por suerte también su resolución.

—Vete a casa.

¿Irse a casa?Nunca se atrevería a dar la cara en Collerville, Iowa, de nuevo. No después de haberse enfrentado con todo el mundo para irse a Nueva York. Paula se  fue  al  pequeño  vestuario  y  escuchó  la  seductora  voz  de  barítono  de  Pedro Alfonso animando a las modelos a que se estiraran y nadaran. Igual que había hecho antes con ella.¡Oh, Dios! Se apretó las mejillas con las manos e intentó no sonrojarse. Pero era mucho pedir. Tenía todo el cuerpo sonrojado y ardiente. Si los sofocos eran algo así, esperaba que no le llegara la menopausia nunca. Aunque no creía llegar a tanto.Antes se moriría de vergüenza.Se  puso  la  ropa  interior  y  se  deslizó  el  vestido  por  la  cabeza  jadeando  como  si  hubiera  recorrido  una  maratón.  Le  temblaban  tanto  las  manos  que  apenas  pudo  abrocharse el vestido. Se metió los pies en las sandalias y ni siquiera intentó retocarse la pintura de labios. Estaba segura de que si lo hacía parecería una niña demente de tres años que se hubiera coloreado toda la boca.Así que por fin terminó. Ya estaba vestida. Armada para enfrentarse al mundo.Pero era incapaz de abandonar el vestuario.No  podía  salir  al  estudio.  No  se  atrevía  a  enfrentarse  a  Pedro de  nuevo.Se sentía mortificada.Y él se pondría furioso.¿Y por qué tenía que ponerse furioso?¡Era ella la que se había quitado la ropa! ¡Él simplemente le había pedido que lo hiciera!¿En que habría estado pensando ella? Bueno,  la  verdad  era  que  no  había  pensado  en  nada.  Eso  era evidente.  Si  lo  hubiera  hecho,  hubiera  comprendido  que  un  fotógrafo  como  Pedro no  tendría  ningún  interés  en  fotografiar  a  una  tonta  temblorosa  de  Iowa,  ¡por  Dios  bendito!Pero  en  aquel  momento,  mientras  le  pedía  que  se  desnudara,  recordó  que  su  hermana Sonia le había dicho que Pedro podría pedirle que se pusiera en el lugar de la  modelo  mientras  él  medía  las  luces  y  escogía  los  planos.  Bueno,  ella  le  había  entendido mal. Eso era todo.

—¡Y un cuerno!

Se le escapó una leve risita.La  vergüenza  la  atenazaba,  pero  si  era  sincera,  había  una  parte  divertida  en  aquel suceso.

—¿Qué diablos diría David?

Por  supuesto,  nunca  lo  sabría  porque  ella  no  pensaba  contárselo  nunca.  David  Helton,  su  prometido,  ya  tenía  bastantes  reparos  contra  el  trabajo  de  verano  que  había  aceptado  en  «la  gran  ciudad  perversa».  Él  seguía  sin  entender  por  qué  necesitaba ir a Nueva York para nada.

—¿Nueva  York?  ¿Quieres  ir  a  Nueva  York?  ¿Qué  tienes  que  hacer  allí  para  acabar corrompida? —le había preguntado más de una vez.

—Es una ciudad maravillosa y fascinante. Hay muchas cosas que ver y hacer y sólo quiero experimentarlas. No voy a corromperme —le había asegurado Paula.

—¡Y  no  lo  había  hecho!  Pero  aun  así,  él  no  necesitaba  saber  que  se  había  paseado desnuda delante de su jefe.¡Nadie iba a enterarse de aquello!A menos que... tragó saliva. A menos que Pedro Alfonso se lo dijera. ¡Oh Dios, no!

—Besos, señoritas. Apreten esos labios —le oyó decir.

Se tapó la cara con las manos al recordar cómo lo había mirado ella a los ojos y había apretado los labios. ¡Dios bendito! Quería morirse.Entonces por fin escuchó:

—De  acuerdo.  Eso  es  todo.  Muchas  gracias.  Creo  que  tenemos  un  material  estupendo.

Al instante oyó a todas las modelos ponerse a charlar y a la pelirroja que había llegado al final con su sensual acento extranjero: Pedro , esto. Pedro aquello. Y  Pedro respondía  con  naturalidad  como  si  trabajara  con  mujeres  desnudas  todos lo días de la semana.Que por lo que Paula sabía, era lo que hacía. Escuchó el sonido de pisadas ahogadas al dirigirse las modelos a los vestuarios y una de ellas llamó a su puerta.

—No... estoy lista —consiguió decir Paula.

Los  dedos  le  temblaban  menos,  así  que  terminó  de  abrocharse  el  vestido  hasta  el  cuello.  Entonces  se  deslizó  las  palmas  a  ambos  lados,  se  apretó  el  cinturón  e  inspiró con fuerza para calmarse.Intentó parecer sensata y competente. Y lo parecía salvo por el sonrojo y el pelo agitado.

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