miércoles, 14 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 42

Siguieron hablando durante un rato y el hombrele explicó cómo empezó a beber, por qué no podía dejarlo, mientras Paula tomaba notas.

—¿Come bien?

—No.  Mi mujer siempre  me  tiene  preparada  la  cena,  pero  no  tengo  hambre.  Pobre Beatríz...

—Está muy preocupada por usted.

—La he defraudado  —murmuró  el  hombre,  escondiendo  la  cara  entre las  manos—. Lo he estropeado todo. Ella estaba tan orgullosa de mí...

—Y  sigue estando  orgullosa  —dijo Paula,  con  un  nudo  en  la  garganta—. Mire  señor  Thompson, su problema se va a solucionar. Pero usted tiene que ayudarme.

Ricardo se pasó una mano por la cara, avergonzado.

—Haré cualquier cosa. Lo que tenga que hacer.


—Hay  dos  tipos  de  tratamiento. Uno  se  hace  en  un  hospital  y  el  otro, en  casa,  con ayuda de Alcohólicos Anónimos.

Ricardo lo pensó un momento.

—Quiero salir de esto con la ayuda de mi mujer. ¿Podríamos hacerlo en casa?

—Muy bien. Tendré que hacerle un análisis de sangre.

—¿Para qué?

—Para  comprobar  su  estado  de  salud, su  hígado  y  esas  cosas  —contestó  Paula—. Dígale a Catalina que fije un día esta semana.

—Muy bien.

—¿Necesita usar el coche para trabajar?

—En eso he tenido suerte. Mi jefe es un buen hombre y me ha conseguido trabajo en la oficina hasta que me devuelvan el permiso de conducir.

—Y va a la oficina en tren, ¿Verdad? —preguntó Paula. Ricardo asintió—. Voy a darle un fármaco para que pueda soportar la falta de alcohol durante los primeros días.

—Podré aguantar, estoy seguro.

—Este es el número de Alcohólicos Anónimos. Lo ayudará mucho, ya verá. Pero  no  puede beber una sola gota de alcohol.

—Lo sé —sonrió Ricardo con tristeza—. Voy a intentarlo de verdad, doctora Chaves.

Unos minutos después, el hombre se despidió y Paula lo observó salir de su consulta, con expresión derrotada. ¿Tendría suficiente fuerza de voluntad para dejar de beber?

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