miércoles, 21 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 55

—Pero no cuando había nevado. ¿Puede ir Pedro a buscarlo, mamá?

—No, cariño. Pedro tiene otras cosas que hacer. Ahora tú y yo vamos a hacer la cena y él se irá a su casa.

El hombre se acercó a la niña.

—Vamos a hacer una cosa. Si Héroe no ha vuelto a casa cuando te vayas a la cama, yo iré a buscarlo. ¿De acuerdo?

—No hace falta, Pedro—dijo Paula, sin mirarlo.

No quería ver sus ojos, ni sus labios... Era demasiado doloroso. Después de eso, entró en casa y se dedicó a hacer la cena mientras jugaba con su hija. Cuando estaban poniendo la mesa, escucharon los ladridos de Héroe.

—¡Ha vuelto, Valen!

—¡Mamá! —gritó  la  niña,  corriendo  hacia  la  puerta.

Héroe la  saludó  moviendo  alegremente la cola. Cuando  Paula consiguió  apartar  los  bracitos  de  Valen del  cuello  del  animal, lo  secó  con una toalla, metió a la niña en la cama y se dio un baño. Más tarde, volvió al salón con el pelo recién lavado envuelto en una toalla. Héroe estaba tumbado frente a la chimenea.

—Has sido muy malo, amiguito —murmuró, dándole un azote.

 Héroe lamió su mano como respuesta y Paula  tuvo que sonreír. En ese momento, alguien llamó a la puerta. Tenía que ser Pedro, por supuesto.

—¿Ha vuelto Héroe?

—Hace  media  hora.  Gracias por  cuidar  de  Valen—dijo Paula,  con  una  sonrisa.

Después, hizo ademán de cerrar la puerta, pero él se lo impidió.

—He dejado que me evitases durante una semana. Ya es suficiente.

—No te estoy evitando. Es que...

—Cierra la puerta, Paula. Hace frío fuera.

 Ella obedeció sin decir nada. Sería absurdo ponersea discutir.

—Creo  que  Ricardo está  deprimido  —empezó  a  decir.  Si  mantenían  una  conversación profesional,  quizá  podría  evitar  hablar  de  algo  más  doloroso.  Como  que  él  no  la  amaba y no la amaría nunca—. Beatríz dice que...

—No quiero hablar de los Thompson. Quiero hablar de nosotros.

Pedro estaba de pie, con las piernas abiertas, en una postura de macho dominante.

—No hay un nosotros.

—Lo hubo  el  sábado  por  la  noche  —replicó  él.

Paula se  volvió  con  brusquedad  y  la  toalla que llevaba en la cabeza cayó al suelo, liberando una cascada de rizos.

—Te equivocas.

—No te entiendo —suspiró Pedro—. Yo no te obligué a nada.

—No. Eso es verdad.

—Sé que te hice daño y lo siento. ¿Es eso?

—No es eso  —murmuró  ella,  incómoda—. ¿Qué  quieres que te diga?  ¿Qué fuiste  maravilloso? ¿Qué fue la noche más bonita de mi vida? ¿Eso es lo que quieres oír?

Pedro se quedó mudo.

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