miércoles, 7 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 31

—No dejo de  pensar que voy  a morirme  —dijo la mujer,  intentando  contener  las  lágrimas.

—No  pienses  eso.  Cuando  te  den  el  resultado,  nos  encargaremos  de  que  recibas  el  mejor tratamiento posible. No vas a morir, Patricia.

—Gracias —murmuró ella, tomando el pañuelo de papel que Paula le ofrecía—. Tiene razón. Ahora la gente sobrevive al cáncer. No es como antes.

—Claro que no. Tienes que ser positiva. Por ahora no sabemos nada y, además, te lo han extirpado a tiempo.

 —He leído en una revista que hay muchos tratamientos para el cáncer de piel, que es muy poco probable morirse de eso.

—El cáncer de piel no responde bien a la quimioterapia, pero existe el Interferón. No tienes que preocuparte, sea lo que sea, tendrás el mejor tratamiento, Patricia.

La joven se mordió los labios.

—Lo sé, doctora Chaves. Pero la palabra cáncer es tan terrible...

Paula tomó su mano para consolarla.

—No pienses en ello. Cuando vengas a buscar los resultados, ven con tu marido, si es posible.

—Él  tiene que quedarse con los mellizos.  Mi  madre está de  viaje  —empezó  a  decir  Patricia.

Paula hizo un gesto con la mano y tomo el teléfono.

—¿Cuándo tienes que venir?

—El jueves a las cuatro.

—¿Mamá? Soy yo. Necesito que me hagas un favor. ¿Podrías cuidar de unos mellizos el jueves por la tarde? Son hijos de una paciente que tiene que venir a la clínica...

Unos minutos después, Paula  colgaba el auricular y anotaba su dirección en un papel.

—Pero doctora Chaves...

—Esta es la dirección de mi casa. Mi hija Valentina tiene cinco años y mi madre estará cuidando de ella. Puedes dejar allí a los mellizos y venir a la clínica con tu marido.

Patricia tomó el papel y la miró, perpleja.

—¿Está segura...?

—Claro que sí.

—Muchísimas  gracias  —dijo  la  joven,  guardando  el  papel en el  bolso—. En  cuanto  me den los resultados, me encontraré mejor. Es sólo la incertidumbre...

Paula asintió, comprensiva.

—Es  duro,  lo  sé.  Pero  intenta  ser  positiva.  Si  quieres  hablar  con  alguien,  hay  un  teléfono de ayuda para pacientes con cáncer. Carla puede darte el número.

Patricia se levantó, mucho más relajada.

—No sé cómo darle las gracias...

—No tienes por qué hacerlo. Nos veremos pronto.

Paula se despidió de su paciente, rezando para que el tumor hubiera sido localizado a tiempo o, mejor, para que fuera benigno.


El resto de  la  semana  Paula estuvo  muy  ocupada  con  sus  pacientes  y,  una  tarde,  se dejó caer en un sillón en la sala de personal, agotada.

—No puedo tenerme en pie.

—¿No estarás enferma tú también? —preguntó Catalina.

—Espero que no. No puedo estarlo, soy el médico.

—Pues será mejor que te pongas una mascarilla porque la mitad de los habitantes de Cumbria están resfriados o con un virus estomacal.

En ese momento, sonó  el  teléfono  y  Paula descolgó  el  auricular,  todos  sus  sentidos  alerta al ver que Pedro entraba en la habitación.

—¿Dígame?  Sí, es paciente  mía.  Ah,  muy  bien... Se  lo diré —dijo  antes de colgar—. Era  del  laboratorio.  Celina Webster  es  inmune  a  la  varicela.  Una  preocupación  menos.

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