viernes, 9 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 36

El  sábado  por  la  noche,  Paula se  puso un  poco  de  maquillaje  y  se miró  al  espejo. Llevaba un jersey ancho, vaqueros y botas de ante. Una  hoguera  nocturna  no  era  precisamente  el  sitio  más  adecuado  para  vestir  de  forma  elegante,  de  modo  que  al  menos  podía  dejarse  el  pelo  suelto  para  tener  un  aspecto más femenino. Pero eso no tenía nada que ver con Pedro. Nada en absoluto. Su corazón dió  un saltito mientras se ponía perfume.

—¡Mamá,  date  prisa!  —gritó  Valen desde  el  salón—. Pedro está  aquí  y  vamos  a  llegar tarde.

Paula respiró profundamente, apagó la luz y bajó la escalera. Pedro estaba esperándola, con  las poderosas piernas  separadas  y los hombros más anchos que nunca bajo la chaqueta de ante.

—Con el pelo así, pareces Cenicienta, ¿Verdad, Pedro? —rió su hija.

—Desde luego que sí.

—Vámonos ya. No quiero perderme los fuegos artificiales —insistió la niña.

—Venga, enana —rió Pedro, tomándola en brazos.

En la puerta, Paulase quedó sorprendida al ver un BMW.

—¿Qué es eso?

—Su carroza, señorita —contestó él—. Es mejor que ir en moto, ¿No te parece?

—Es  fabuloso  —sonrió Paula, pasando  la  mano  por  los  asientos  de  cuero—. Qué suerte tienes.

 —Tú  también  podrías  comprarte  un  coche  nuevo  si  quisieras.  No  entiendo  por  qué  tienes tantos  problemas  económicos.  Supongo  que  ganas  un  buen  sueldo  en  la  clínica.

Paula apartó  la  mirada.  Era  cierto. Tenía  un  buen  sueldo.  Pero también  tenía  muchas  deudas. Deudas sobre las que no quería hablar con Pedro.

—Vámonos. Es tarde.

—No es asunto mío, ¿Verdad? Vale.

Diez minutos después, llegaron al parque donde se celebraría la fiesta benéfica. Había mucha gente y Valen gritó de alegría al ver el tamaño de la hoguera.

—¡Mira, mamá! ¿Podemos acercarnos?

—Sí, pero ten cuidado, cariño.

—Yo la llevaré —se ofreció Pedro, colocándose a la niña sobre los hombros.

Paula los observó, preguntándose por qué se sentía tan angustiada. ¿Era por el fuego o porque Pedro y su hija empezaban a tener una relación muy estrecha?Pero sería mejor divertirse un rato y dejar de darle vueltas a la cabeza.

Cuando se acercó a la tienda de campaña donde estaban las bebidas, vió un montón de  gente, entre  ellos  al  señor  Thompson,  riéndose  a  carcajadas.  Parecía  un  poco  bebido y su mujer estaba tras él, nerviosa. Unos minutos después volvió a verlos, discutiendo. Ricardo Thompson estaba gritando y, de repente, levantó la mano y golpeó a Beatríz en la cara. Paula se acercó a ellos, indignada. El señor Thompson se volvió hacia ella, con los ojos vidriosos. Estaba muy borracho.

—¿Qué quiere?

—Doctora Chaves... —murmuró  Beatríz, cubriéndose  la  boca con  la  mano.  Le  salía  sangre del labio.

—He visto cómo la pegaba —dijo Paula, intentando controlar su furia.

—Y la pegaré a usted si no nos deja en paz —dijo Ricardo Thompson, tomándola por la chaqueta.

—Yo que usted no lo haría —replicó ella, soltándose de un tirón—. Beatríz, tengo que ver ese corte.

—¡He  dicho que nos deje en paz!  Siga  molestando  y  recibirá  algo  peor  que  un  corte  en el labio —exclamó el hombre, amenazante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario