Arriesgarse. Eso era lo que Pedro había dicho. Pero no era un riesgo que Paula quisiera correr. Aunque... ¿Por qué no? Ella siempre se había arriesgado en la vida. ¿Por qué no con Pedro? Sin querer, miró hacia donde él estaba, charlando con los miembros del equipo de rescate. Incluso a esa distancia, le parecía poderoso, masculino. Y muy atractivo. En ese momento, Patricia Monroe y su marido aparecieron a su lado.
—Doctora Chaves, me alegro mucho de verla. Quiero darle las gracias por lo del otro día.
—De nada. Supongo que te habrán dado el resultado del análisis.
—Sí. Y estoy muy contenta. Parece que me han quitado todos los tejidos malignos. Era un melanoma, pero ya no hay problema.
—No sabes cómo me alegro.
—Tendré que hacerme revisiones periódicas, pero no necesito quimioterapia —sonrió la mujer.
Estuvieron charlando animadamente hasta que Matías anunció que empezaban los fuegos artificiales. Todo el mundo estaba mirando al cielo cuando, de repente, oyeron unos gritos aterradores y Paula vió, atónita, a un chico con la ropa en llamas.
—Dios mío... ¡Tírate al suelo! —gritó, corriendo hacia él—. ¡Que alguien busque una manta!
Pedro se le adelantó y después de tirar al chico al suelo, lo envolvió en su chaqueta y la golpeó hasta que apagó las llamas.
—¡Llamen a una ambulancia!
—Tenemos que quitarle la ropa —dijo Paula—. Que alguien traiga papel de plástico y gasas.
—Buena idea —murmuró Pedro—. ¡Matías!
—Estoy aquí —dijo el hombre,angustiado—. ¿Qué necesitas?
—Morfina, oxígeno y equipo para intubar.
—Hay que darle líquidos inmediatamente —dijo Paula, mientras examinaba al muchacho para hacer una estimación—. Tiene quemaduras en el brazo izquierdo, el costado y la pierna... un veinte por ciento o algo así.
—Hay que darle algo para el dolor, rápido.
En ese momento, escucharon la sirena de la ambulancia.
—Gracias a Dios.
—¿Cómo tiene los pulmones?
Paula usó el estetoscopio del botiquín que había llevado uno de los miembros del equipo de rescate.
—Limpios.
Pedro se pasó una mano por el pelo.
—Menos mal. Antes de que se lo llevaran en la ambulancia, le pusieron pomada en las quemaduras y lo envolvieron en papel de plástico para proteger la piel.
—¿Alguien quiere ir con él? —preguntó el enfermero, mientras subía la camilla.
—Es mi turno —dijo Pedro.
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