viernes, 9 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 39

Arriesgarse. Eso era lo que Pedro había dicho. Pero no era un riesgo que Paula quisiera correr. Aunque... ¿Por qué no? Ella siempre se había arriesgado en la vida. ¿Por qué no con Pedro? Sin querer, miró hacia donde él estaba, charlando con los miembros del equipo  de  rescate.  Incluso a esa  distancia,  le  parecía poderoso, masculino.  Y muy  atractivo. En ese momento, Patricia Monroe y su marido aparecieron a su lado.

—Doctora  Chaves,  me  alegro  mucho  de  verla.  Quiero darle  las  gracias por  lo del  otro día.

—De nada. Supongo que te habrán dado el resultado del análisis.

 —Sí. Y estoy  muy  contenta.  Parece que  me  han quitado todos  los  tejidos  malignos. Era un melanoma, pero ya no hay problema.

 —No sabes cómo me alegro.

—Tendré  que  hacerme  revisiones  periódicas,  pero  no  necesito  quimioterapia  —sonrió la mujer.

Estuvieron  charlando  animadamente  hasta  que  Matías anunció  que  empezaban  los  fuegos artificiales. Todo  el  mundo  estaba  mirando  al  cielo  cuando,  de  repente, oyeron unos  gritos  aterradores y Paula vió, atónita, a un chico con la ropa en llamas.

—Dios mío... ¡Tírate al suelo! —gritó, corriendo hacia él—. ¡Que alguien busque una manta!

Pedro se le adelantó y después de tirar al chico al suelo, lo envolvió en su chaqueta y la golpeó hasta que apagó las llamas.

—¡Llamen a una ambulancia!

—Tenemos que quitarle la ropa —dijo Paula—. Que alguien traiga papel de plástico y gasas.

 —Buena idea —murmuró Pedro—. ¡Matías!

—Estoy aquí —dijo el hombre,angustiado—. ¿Qué necesitas?

—Morfina, oxígeno y equipo para intubar.

—Hay que darle líquidos  inmediatamente —dijo Paula,  mientras  examinaba   al   muchacho para hacer una estimación—. Tiene quemaduras en el brazo izquierdo, el costado y la pierna... un veinte por ciento o algo así.

—Hay que darle algo para el dolor, rápido.

En ese momento, escucharon la sirena de la ambulancia.

—Gracias a Dios.

—¿Cómo tiene los pulmones?

Paula usó  el  estetoscopio  del  botiquín  que  había  llevado  uno  de  los  miembros  del  equipo de rescate.

—Limpios.

Pedro se pasó una mano por el pelo.

—Menos mal. Antes de que se lo llevaran en la ambulancia, le pusieron pomada en las quemaduras y lo envolvieron en papel de plástico para proteger la piel.

—¿Alguien quiere ir con él? —preguntó el enfermero, mientras subía la camilla.

—Es mi turno —dijo Pedro.

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