lunes, 26 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 62

—Ya, claro —rió él, con amargura.

—¡Por favor! ¿Cómo quieres que te lo pruebe?

—Eso es lo mejor de todo, ¿No? Que no puedes probármelo.

—Si confiaras en mí...

—¿Y por qué iba a confiar en tí?

Paula tragó saliva.

—Porque te quiero y nunca haría nada que pudiera hacerte daño.

—Acabas de hacerlo.

—No. Sólo tienes miedo de que yo intente atraparte...

—No tengo miedo.

—Claro  que  lo  tienes.  Te  da  miedo  comprometerte  con  algo, pero  no  tienes  por  qué  hacerlo Pedro.

Él se dió la vuelta para que Paula no pudiera ver su expresión.

—No me dejas opción, Paula.

—Pedro, no me casaría contigo aunque fueras el último hombre de la tierra. Nunca me casaría con alguien que es incapaz de darme amor a mí o a mi hijo.

 Pedro se volvió entonces, con los ojos relampagueantes.

—Querrás decir «nuestro» hijo.

—No. No quiero decir «nuestro»  hijo, Pedro,  porque tú no lo quieres. Es  mi  hijo. Sólo mío.

—Entonces, ¿Vas a tenerlo?

Paula lo miró, horrorizada.

—¿No me estarás diciendo...?

—¡Claro que no, maldita sea! —la interrumpió él, airado—. No es eso. Pero hay otras opciones. Esto no estaba planeado y cambiará tu vida.

—Los hijos cambian la vida de la gente, lo sé muy bien. Pero si estás sugiriendo que lo entregue en adopción, es que estás loco. Nunca haría eso.

—Cuando las cosas ocurren así, por accidente, lo mejor es buscar una solución..

.—¿Qué solución? ¡Soy su madre!

—No serías la primera mujer que se libra de un hijo no deseado.

¿De qué estaba hablando? ¿De su propia madre? ¿Cómo podía convencerlo? ¿Cómo podía hacer que aquel hombre confiase en alguien?

—¿Tú crees  que podría  dárselo  a otra  persona?  Yo  no  soy  así,  Pedro—dijo  Paula, mirándolo con compasión—. No me conoces en absoluto, ¿Verdad? Me da igual que cambie  mi  vida,  me da igual  tener  mucho  más  trabajo  a  partir  de  ahora. El  niño  es  mío y lo querré siempre.

—Tú sola...

—No. Yo sola, no. Tengo a mis padres y a mi hija Valen. Este niño estará rodeado de cariño y tendrá todo lo que necesita.

—Excepto un padre.

—Sí —murmuró ella con tristeza—. Excepto un padre.

—¿Y si te pidiera que te casaras conmigo?

—La respuesta sería no, Pedro. No me casaría contigo.

 Después, Paula se volvió y salió de la consulta, cerrando la puerta tras ella.

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