lunes, 19 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 49

Y eso hizo. Una vez relajada, el dolor desapareció. Paula lo sentía moviéndose dentro de  ella,  poderoso,  masculino  y  tierno  a  la  vez.  Pedro la  miraba  a  los  ojos  mientras  la  poseía y ella levantaba sus caderas para acercarse más.

—Oh, Pedro...

Aquella  proximidad  era  algo  que  no  había  experimentado  nunca,  pero  que  siempre  había   soñado.   La  sensación  la  abrumó  e,  instintivamente,  enredó  las  piernas   alrededor de la  cintura  del  hombre,  sintiendo  como  él  se  controlaba.  Pero Paula no  quería  que  se  controlase.  Lo  quería  todo. Sujetándose  a  sus  hombros,  empezó  a  mover las caderas hacia arriba, pegándose a él, sintiendo la respuesta del hombre.

—Eres una bruja —murmuró Pedro, repitiendo con su lengua el juego que tenía lugar más abajo.

—Pedro...

Él lanzó un gemido ronco y embistió con fuerza.

 —¿Mejor?

—Oh,  sí —murmuró Paula,  arqueándose  hacia  él,  moviéndose  al  unísono  hasta  que  los dos gritaron de placer y cayeron, uno sobre otro, exhaustos.

—Lo siento, cariño. He sido un bruto.

—No, no —rió ella—. No has sido un bruto.

—Te he hecho llorar.

—No lloro porque me hayas hecho daño, tonto. Lloro porque ha sido precioso.

—Hay  tantas cosas que  tienes  que  decirme.  Pero no  ahora.  Ahora  sólo  quiero  abrazarte.

—Pedro... —murmuró ella, apretándose contra el fuerte cuerpo del hombre.

—Sigue así y esta noche no dormiremos —le advirtió Pedro.

—¿Y quién necesita dormir? —rió Paula.

 Él sonrió, con la sonrisa más erótica que Paula había visto en su vida.

—Eso digo yo. ¿Quién necesita dormir?



En cuanto amaneció, doblaron la tienda y se vistieron a toda prisa. Pedro no  hablaba  mucho  mientras  descendían  y Paula se  sintió  inquieta.  Algo  pasaba. Después de la intimidad que habían compartido la noche anterior, deberían caminar de la mano o mirarse tiernamente. Pero él apenas la miraba.Ella  habría  deseado  rodearlo  con  sus  brazos  y  decirle  cuánto  lo  amaba,  pero  el  orgullo  se  lo  impedía.  Pedro era  así  después  de  todo  y  mantenía  sus  emociones  bajo  control.  Excepto  la  noche  anterior.  Su  corazón  se  calentó  al  recordar  lo  que  habían  compartido.  Cómo  la  había  tocado,  cómo  la  había  abrazado.  Aunque  él  no  había  pronunciado la palabra amor. ¿Habría imaginado sus caricias, sus miradas? Quizá sólo era su forma de seducirla... Pero  debía  dejar  de  pensar  en  eso.  Lo conocía y  sabía  que  él  no  quería  un  compromiso. ¿Qué esperaba? ¿Qué se pusiera de rodillas y le declarase su amor? Sí,  eso  era  lo  que  había  esperado.  Pero  sólo  era  una  fantasía.  Pedro no  iba  a  comprometerse con nadie.

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