—Todo es tan complicado —suspiró la mujer, desolada.
—¿Le ha hecho daño alguna vez? ¿Se pone violento cuando bebe?
—No. Nunca.
—Dígale que venga a verme. Seguro que podemos ayudarlo.
Paula observó a la mujer saliendo de su consulta con los hombros caídos. Tantas desgracias... Hablaría con Gabriel para intentar encontrar una forma de convencer al señor Thompson de que necesitaba ayuda. Valen estaba haciendo galletas con su abuela cuando Paula entró en casa.
—¡Qué bien huele! —exclamó, soltando su bolso.
Pero se quedó paralizada al ver a Pedro riendo con la niña.
—Hola, cariño —la saludó su madre.
—Hola, mamá —dijo Valen con la carita manchada de harina—. Hemos hecho galletas de naranja y galletas de chocolate.
—Y te he traído una ensaladilla. Hay suficiente para tres personas, así que Pedro puede quedarse a cenar.
—Es muy amable, señora Chaves. Iré a buscar una botella de vino —dijo él, sonriente.
En cuanto salió de la cocina, Paula envió a Valen a su habitación y miró a su madre con gesto de reproche.
—¿A qué estás jugando, mamá?
—No estoy jugando a nada. Sólo le he dicho a ese chico tan guapo que podía quedarse a cenar —contestó su madre, sin mirarla.
—Yo no quiero cenar con él.
—Pues entonces tendrás que ir a que te examinen la cabeza —replicó la señora Chaves—. Es guapo, inteligente y soltero. Y si yo no estuviera casada con tu padre, cenaría con él.
Paula se quitó el abrigo, incrédula.
—¿Tanto te gusta alguien a quien has conocido hace cinco minutos?
Alejandra Chaves miró a su hija, sorprendida.
—Conozco a Pedro Alfonso desde que tenía tres años.
—¿Lo conoces? Entonces... ¿Cómo es que yo no lo recuerdo?
—Es mayor que tú...
—¿Conocías a sus padres?
—Su madre lo abandonó cuando tenía dos años.
Paula se quedó boquiabierta. ¿Abandonado? ¿La madre de Pedro lo había abandonado?
—¿Y su padre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario