—¿Por qué me estás evitando?
—Porque tú desearías que no hubiera pasado.
—Eso no es verdad —dijo él, dejando caer las manos.
Paula se apartó.
—Es verdad y los dos los sabemos. Vamos a ser sinceros por una vez, Pedro. Te quiero. Te quiero con todo mi corazón... Sé que no quieres oírlo, pero es la verdad. Y la verdad es también que tú y yo queremos cosas diferentes.
—Yo no quería un revolcón de una noche.
—¿Ah, no? Entonces, ¿No te importaría que hubiera una segunda vez? —preguntó Paula, irónica.
—No es eso y tú lo sabes.
—Déjalo, Pedro. Tú has dejado tu posición muy clara.
—No estoy hablando de mí.
—No, claro que no —suspiró ella, cansada—. Nunca hablas de tí, no te abres con nadie, no confías en nadie...
—¿Has terminado?
—No. Tú me acusas de tener miedo de arriesgarme. ¿Y tú, Pedro? ¿Te permites a tí mismo acercarte a alguien, arriesgarte, tener una relación? No, no te lo permites —siguió diciendo Paula. Unos minutos después se pondría a llorar, pero en aquel momento tenía que decirle lo que pensaba—. Porque puede que te enamores y eso sería una complicación, ¿Verdad? Y que Dios no permita que tengas hijos porque tienes miedo de ser vulnerable y...
—¡Maldita sea, Paula!
—Deja que te diga otra cosa, Pedro Alfonso. Como tú mismo me dijiste una vez, en la vida no hay garantías. Lo único que se puede hacer es confiar en los demás. ¿Y sabes una cosa? Ser padre te hace vulnerable porque, de repente, hay alguien en tu vida que te importa más que tú mismo. La paternidad te deja expuesto al dolor y es muy duro. Pero eso no significa que haya que abandonar. No todo el mundo es como tu madre, Pedro.
Él estaba pálido.
—No lo entiendes.
Paula lo miró con tristeza.
—No, supongo que no porque tú nunca me has confiado nada. Y por eso esta relación no va a ninguna parte. Pensé que podría aceptar lo que pudieras darme, pero no es suficiente.
Pedro la miró durante unos segundos, con los dientes apretados.
—¿Qué quieres, que me case contigo?
—¿Por qué eres el primer hombre con el que me he acostado? No seas ridículo. El matrimonio me da igual. Lo que me importa es el compromiso. No puedo mantener una relación con un hombre que desaparece antes de comprometerse. Creí que podría, pero no puedo.
—Entonces, se acabó, ¿No es así?
—Eso parece.
¿Por qué no discutía? ¿Por qué no le decía que la amaba con locura? ¿Por qué no le decía lo que estaba sintiendo? Pero no lo hizo. Paula estaba a punto de llorar, pero se contuvo. Pedro se quedó mirándola durante largo rato y, por un momento, ella creyó que iba a besarla. Pero entonces se dió la vuelta, salió de la casa y cerró de un portazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario