viernes, 23 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 56

—¿Por qué me estás evitando?

—Porque tú desearías que no hubiera pasado.

—Eso no es verdad —dijo él, dejando caer las manos.

 Paula se apartó.

—Es  verdad  y  los  dos  los  sabemos.  Vamos  a  ser  sinceros  por  una  vez,  Pedro.  Te quiero. Te quiero con todo mi corazón... Sé que no quieres oírlo, pero es la verdad. Y la verdad es también que tú y yo queremos cosas diferentes.

—Yo no quería un revolcón de una noche.

—¿Ah, no?  Entonces,  ¿No  te  importaría  que  hubiera  una  segunda  vez?  —preguntó Paula, irónica.

—No es eso y tú lo sabes.

 —Déjalo, Pedro. Tú has dejado tu posición muy clara.

 —No estoy hablando de mí.

—No, claro que  no  —suspiró  ella,  cansada—. Nunca  hablas  de  tí,  no  te  abres  con  nadie, no confías en nadie...

—¿Has terminado?

—No.  Tú  me  acusas  de  tener  miedo  de  arriesgarme.  ¿Y  tú, Pedro?  ¿Te  permites  a  tí  mismo  acercarte  a  alguien,  arriesgarte,  tener una  relación?  No, no  te  lo  permites  —siguió diciendo Paula.  Unos  minutos  después  se  pondría  a  llorar,  pero  en  aquel  momento  tenía  que  decirle  lo  que  pensaba—.  Porque  puede  que  te  enamores  y  eso  sería  una  complicación,  ¿Verdad?  Y  que  Dios  no  permita  que  tengas  hijos  porque  tienes miedo de ser vulnerable y...

—¡Maldita sea, Paula!

—Deja que te diga otra cosa, Pedro Alfonso. Como tú mismo me dijiste una vez, en la  vida  no hay  garantías.  Lo  único  que  se  puede  hacer  es  confiar  en  los  demás.  ¿Y sabes  una  cosa?  Ser  padre  te  hace  vulnerable  porque, de  repente, hay  alguien  en  tu  vida que te importa más que tú mismo. La paternidad te deja expuesto al dolor y es muy duro. Pero eso no significa que haya que abandonar. No todo el mundo es como tu madre, Pedro.

Él estaba pálido.

 —No lo entiendes.

Paula lo miró con tristeza.

 —No,  supongo  que  no  porque  tú  nunca  me  has  confiado  nada.  Y  por  eso  esta  relación no va a ninguna  parte.  Pensé  que  podría  aceptar  lo  que  pudieras  darme, pero no es suficiente.

Pedro la miró durante unos segundos, con los dientes apretados.

—¿Qué quieres, que me case contigo?

—¿Por  qué  eres  el  primer  hombre  con  el que me  he acostado?  No  seas  ridículo.  El matrimonio me da igual. Lo que me importa es el compromiso. No puedo mantener una  relación  con  un  hombre  que  desaparece  antes  de  comprometerse. Creí  que  podría, pero no puedo.

—Entonces, se acabó, ¿No es así?

 —Eso parece.

¿Por  qué  no  discutía?  ¿Por  qué  no  le  decía  que  la  amaba  con  locura?  ¿Por  qué  no  le  decía lo que estaba sintiendo? Pero no lo hizo. Paula  estaba a punto de llorar, pero se contuvo. Pedro se quedó mirándola durante largo rato y, por un momento, ella creyó que iba a besarla. Pero entonces se dió la vuelta, salió de la casa y cerró de un portazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario