miércoles, 14 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 43

—No  puedo  creer  que  hayas  tenido  tanto  éxito  —la  estaba  felicitando  Gabriel—. Ese hombre llevaba años bebiendo.

—¿Quién lleva años bebiendo? —preguntó Pedro, entrando en la sala de personal.

—Ricardo  Thompson. Paula lo está desintoxicando en casa y todo parece ir muy bien.

 —¿Acude a Alcohólicos Anónimos?

—Sí.  Pero  quien  está  realmente  haciendo  el  trabajo  es  su  mujer.  Aunque,  la  verdad  estoy preocupada por él.

—¿Por qué?

—No lo sé exactamente —murmuró Paula—. No parece clínicamente deprimido, pero me preocupa.

—Tardará  algún  tiempo  en  acostumbrarse  a  vivir  sin  alcohol.  Además,  su  orgullo  está  herido  y  ese  es  el  golpe  más  fuerte  —dijo  Pedro,  sirviéndose  una  taza  de  café—. Por cierto, esta mañana he hablado con la sección de quemados del hospital.

—¿El chico que se quemó en la hoguera?

—Sí. Parece que la cosa va bien. No hay infección y creen que un injerto resolverá el problema.

—Gracias a ti, diría yo —sonrió Gabriel—. ¿Qué tal tu mano, por cierto?


—Completamente  recuperada,  gracias —contestó  Pedro—. Matías se  enteró  de  lo  que  había pasado con el chico. Por lo visto, uno de sus amigos le metió un petardo en el bolsillo.

—¡Oh, no! —murmuró Paula.

—Oh, sí. Tuvo suerte, podría haber sido mucho peor.

—Pobrecito.

—En  fin... Este  fin  de  semana,  los  dos  están  libres.  ¿Qué  van a  hacer?  —preguntó Gabriel.

—Yo voy a dar un paseo por la montaña. Valentina va a dormir en casa de mi madre —dijo  Paula,  sonriendo  ante  la  falta  de  tacto  de  su  querido  jefe—. Pero  no  te  atrevas  a  darme una charla, Pedro.

—No pensaba hacerlo —sonrió él.

—Pienso darle mi ruta a Matías, por si acaso.

—Supongo que no querrás compañía —aventuró Pedro entonces.

—¿Compañía?

—Si prometo no hacer ningún comentario machista, ¿Puedo ir contigo?

La alegría que sintió ante aquella pregunta, la dejó horrorizada. Tenía que decir que no, naturalmente.

—Sí —contestó. La sorpresa en los ojos de Pedro era innegable.  Ni siquiera ella sabía por  qué  había  dicho  que  sí—. Pero  te  lo  advierto, al  primer  comentario  de  hermano  mayor, te empujo por el barranco.

Pedro levantó las manos en un gesto de rendición.

—Me encantan las mujeres dominantes.

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