miércoles, 14 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 44

Gabriel se concentró en su bocadillo.

—Será mejor que vaya contigo, Paula. Si no, estará llamando al equipo de rescate cada cinco minutos.

—También puede llamarme a mí —sonrió Catalina—. Apolo y yo hemos pasado el examen y, a partir de hoy, somos miembros del equipo de rescate.

—¿En serio? Eso es estupendo.

—¿Quién te llama si hay un accidente, Matías? —preguntó Pedro.

—Él o Arturo Davies, el coordinador. Me llaman y yo acudo rauda al rescate.

—No creo que tengas que rescatarme, pero gracias de todas formas —rió Paula.

—¿Dónde piensas ir? —preguntó Pedro, estirando las piernas por debajo de la mesa.

Desde la fiesta del sábado, apenas se habían visto y la molestaba haberlo echado de menos.  Además, se sentía  un  poco  desilusionada  porque él no  la  había  buscado. Quizá  había  cambiado  de  opinión... Paula sacudió  la  cabeza, enfadada  consigo  misma. Mejor si había cambiado de opinión. Eso era lo que quería, ¿No?En ese momento se percató de que Pedro estaba esperando una respuesta.

—Ah, pues... depende del tiempo que haga.

Durante  unos  segundos  se  miraron  a  los  ojos  y  su  corazón  dió  un  vuelco  al  leer  el  mensaje que  había en  los  del  hombre.  No  había  cambiado  de  opinión.  Estaba buscando el momento oportuno.

—Vayan donde vayan, tengan cuidado —intervino Gabriel.

—Sí, tío Gabriel—sonrió Pedro.

En  ese  momento, Paula pensó  que  no  había  vuelto  a  mencionar  la  idea  de  marcharse de  Cumbria.  ¿Se lo  estaría  pensando?  Pero eso  a ella  no  debía  importarle.  Eso  no  cambiaba  su  opinión  sobre  las  relaciones  de  pareja. Y  tampoco  cambiaba  lo  que  ella  pensaba sobre los hombres que no querían comprometerse. Por la tarde, Celina Webster fue a la consulta, con los dos niños de la mano.

—¿Qué tal la varicela?

—Ya casi se le ha pasado —sonrió la joven.

—¿Y tú qué tal vas?

—Mañana salgo de cuentas y si no nace inmediatamente, me da un ataque.

—¿Tienes contracciones? —preguntó Paula.

—Muchas. Pero todavía no son de las de verdad.

—¿Cuándo tienes que ir al hospital?

—La semana que viene, pero yo creo que va a nacer antes.

—Vamos a echarte un vistazo.

Paula comprobó su  presión  arterial  y  examinó sus  tobillos  para  ver  si  estaban  hinchados.

—¿Cómo me encuentra?

—A punto —rió Paula, palpándole el vientre—. Es un niño grande.

—Dígamelo a mí.

—Parece que está en buena posición. Y el corazón suena perfectamente.

—Espero que esté bien, pero tengo miedo, doctora Chaves. Todo el mundo me dice que va a salir bien, pero cada vez que me acuerdo de los otros dos partos...

—Seguro  que  esta  vez  todo  va  perfectamente.  ¿Qué vas  a  hacer con los enanos  cuando te pongas de parto?

—Mi madre se quedará con ellos.

Paula la ayudó a sentarse y anotó algo en su informe mientras Celina se vestía.

—Me parece que a este niño le faltan aún un par de días.

—¿En serio? No sé si alegrarme.

 —Llámame si pasa algo.

—No  creo que  haga  falta. Oirá  mis  gritos  —rió  la  joven,  abriendo  la  puerta—. Gracias, doctora Chaves.

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