miércoles, 21 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 51

Pedro encendió la calefacción del coche y se volvió hacia ella.

—¿Qué?

—Hora de confesarnos.

—¿Confesarnos? —repitió Paula, confusa—. ¿Qué quieres decir?

—Venga, no te hagas la  tonta.  ¿Cómo me he encontrado haciendo  el amor  con  una  virgen que tiene una hija de cinco años?

El corazón de Paula empezó a latir con fuerza.

—¿Por qué te importa eso?

—¡Porque me has mentido, maldita sea!  —exclamó él,  golpeando  el  volante—. Perdona. Vamos a empezar por el principio. ¿Quién es la madre de Valen?

—Mi hermana.

Pedro la miró, sorprendido.

—¿Tu hermana? ¿La que murió?

—Sí. Laura salía con Pablo y... estaba loca por él.

—¿Y quedó embarazada?

—Fue  un  accidente  —contestó Paula, mirando  por  la  ventanilla.  Pero  no  podía  ver  el  paisaje, lo único que podía ver era el querido rostro de su hermana pequeña—. Ella estaba tan emocionada... Pero, por supuesto, Pablo desapareció al conocer la noticia.


—¿Y ella siguió adelante con el embarazo? —preguntó Pedro, sorprendido.

—Por supuesto. Mi hermana sabía que todos cuidaríamos de ella y de su hijo.

—¿Qué pasó entonces?

—Fue  algo  muy  rápido. Un  día  estábamos  comprando  ropita  para  el  niño  y  al  día  siguiente me llamaron del hospital para decirme que mi hermana estaba muy grave.

—¿Y eso?

—Le falló el hígado y murió inmediatamente.

—Qué horror —murmuró Pedro.

Paula intentó contener las lágrimas.

—Valen nació a pesar de todo, pero mi hermana murió unas horas después.

—Y tú te encontraste sola con una niña huérfana.

—No  exactamente  —dijo  Paula—. Pablo apareció  cuando  supo  que  mi  hermana  había  muerto.

 —¿Quería hacerse cargo de la niña?

—No. Quería dinero.

—¿Dinero?

—Para dejar que nos quedásemos con Valen.

 Pedro la miró, perplejo.

—Quería dinero a cambio de dejarlos en paz, ¿No es eso?

—Efectivamente.

—Y conociéndote, supongo que se lo diste.

Paula lo miró, desafiante.

—Por supuesto. ¿Qué otra cosa podía hacer? Era la hija de Laura. No iba a entregársela a un hombre que amenazaba con darla en adopción.

Él se quedó en silencio durante unos segundos.

—¿Qué pasó?

—¿Tú qué crees? Le dí todo lo que pedía —contestó Paula.

—¿Y tus padres estuvieron de acuerdo?

—Ellos no lo sabían.  Siguen sin  saberlo.  Estaban  tan  destrozados  por  la  muerte  de  Laura que no quise decirles nada. Le di a Pablo todos mis ahorros y Gabriel me prestó algo. Sólo quería alejar a esa rata de mi familia.

—¿Le diste todo tu dinero y, además, pediste prestado?

—Sí —contestó Paula—. En ese momento, era la única opción.

—¿Por eso tienes tantas deudas?

—Sí. Pero ya le he pagado a Gabriel  lo que le debía, así que estoy un poco más tranquila.

—¿Hiciste todo eso por una  niña  que ni  siquiera  era  tu  hija?  ¿Por  eso  dejaste  el  equipo de rescate?

—Por supuesto. Mi vida cambió por completo.

—¿Por qué no me lo habías contado antes?

—Porque no es algo que cuente a todo el mundo —contestó Paula—. Valen lo sabe. Siempre ha sabido quién era su verdadera madre.

Pedro  se quedó en silencio durante unos segundos.

—Eso  explica  muchas  cosas. Pero  no  porqué  sigues  siendo  virgen  con  veintiocho  años.

Ella se puso colorada.

—Eso es asunto mío.

 —Quizá.   Hasta anoche   —murmuró Pedro, tomándola por  la barbilla—. Ahora también  es  asunto  mío.  Eres  una  mujer  guapísima,  Paula.  ¿Cómo  es  posible  que  no  hayas conocido a ningún hombre?

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