miércoles, 7 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 34

—Nadie sabe nada. Creo que ni siquiera su madre sabía quién era el padre del niño —contestó  Alejandra—. Quizá  no  debería  contarte  esto, pero  la  verdad  es  que  lo  sabe  todo el  mundo.  Vivió  con  varias  familias  de  acogida  durante  su  infancia  y  habría  terminado mal si no hubiera sido por Gabriel Carter y su mujer.

—¿Por qué? —preguntó Paula, pensativa.

Empezaba a entenderlo todo; su insistencia en que los niños deberían tener un padre y una madre, su miedo al compromiso...

 —Porque le dieron un hogar. Pero fue más que eso. Pedro estudió medicina por Gabriel.

—Y es un buen médico —murmuró Paula.

—Me lo imagino  —suspiró su madre—. De  pequeño era muy  inteligente, pero  se  peleaba con todo el mundo.

—¿Por qué Gabriel nunca lo ha mencionado?

—Los Carter acogieron varios niños y supongo que cuando Pedro se marchó al ejército pensaron que no volverían a saber nada de él.

—No es un hombre que se quede en ningún sitiopara siempre. Sólo está ayudando a Gabriel porque le debe un favor.

—Ya —murmuró Alejandra—. Pues si no va a quedarse, lo mejor será que aproveches el tiempo.

—¡Mamá!

—¿Qué?  Paula, habría  que  ser  tonto  para  no  darse  cuenta  de  que  hay  algo  entre  ustedes. Nunca me he metido en tu vida, pero si desaprovechas esta oportunidad es que eres tonta.

—Pero Pedro no quiere compromisos, no quiere saber nada de hijos...

—Todos decimos cosas que no sentimos de verdad —replicó su madre—. ¿Querrías tú hijos si hubieras tenido una infancia como la suya?

—Probablemente no —murmuró Paula—. Pero, ¿Qué pasará cuando se marche?

—Te  quedarán  los  recuerdos.  Mejor  una  breve  relación  con  un  hombre  estupendo que  una  vida  entera  de  soledad.  ¿No te parece?  Sé  que estás  pensando  en  Pablo y  en  Leonardo, pero no lo hagas. No merece la pena arruinar tu vida por ellos.

—Pero Valen...

—Siempre has hecho lo que tenías que hacer, pero tu vida es tu vida. Valen es una niña  feliz, no te preocupes  —sonrió su  madre—. Bueno, tengo  que  irme.  Tu  padre  estará preocupado.

Alejandra tomó su abrigo y salió de la casa, dejando a Paula pensativa. Seguía  así  cuando  Pedro volvió  cinco  minutos  después  con  una  botella de vino en  la  mano.

—¿Tu madre se ha ido?

—Sí. Mi padre la estaba esperando.

—¿Te encuentras bien?

—Sí —contestó ella, levantándose para sacar la ensaladilla de la nevera.

—No me lo digas. Tu madre te ha dicho que soy una mala influencia y que deberías salir corriendo.

 Paula sacó dos copas de vino y se las dió, sonriendo.

—Al contrario. Según ella, debo  meterme en la cama  contigo a la  primera oportunidad.

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