miércoles, 21 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 53

—Voy a pedir que te hagan una gastroscopia y un test de bacterias estomacales.

—¿Qué es eso?

 —Hay una bacteria que se asienta en el estómago y causa algunas úlceras —explicó Paula—. Si el test es positivo, se cura con fármacos y la úlcera desaparece.

—Haz lo que quieras, pero quítame el dolor de estómago, Paula—rió el hombre.

 El segundo paciente era Franco Williams, que acababa de salir del hospital y tenía muy buen aspecto.

—He venido a darle las gracias, doctora Chaves. En el hospital me han conseguido un medidor de glucosa de los que usted me dijo y ahora puedo correr sin tener que pararme. Es genial.

Ella sonrió, alegrándose de que todo hubiera terminado tan bien.

—Me alegro. ¿Cómo te encuentras?

—Muy bien. Aunque sigo sintiéndome como un idiota.

Paula recordó entonces lo cerca que Pedro y ella habían estado de meterse en un lío en la montaña y tuvo que sonreír.

 —Todo el mundo hace el idiota de vez en cuando. No te preocupes.

Cuando  Franco se  marchó,  pensó  que  si  Pedro no  hubiera  aparecido  aquel  día, el  chico  habría muerto. Pedro. Hiciera lo que hiciera, Pedro Alfonso siempre estaba en sus pensamientos. Aquel día consiguió no encontrarse con él en todo el día y cuando salió de la clínica fue a visitar a Martina Watson. La señora Watson estaba en la puerta, esperándola.

—Hola, doctora Chaves.

—Me han dicho que la niña ha pasado mala noche. ¿Qué ocurre?

—No lo sé —contestó la mujer—. De repente, se puso peor.

Paula la observó detenidamente.

—No lo entiendo. Las medicinas que le prescribí deberían mejorar su estado.

Hubo un largo silencio después de eso y, por  fin, la señora Watson se pasó la mano por el pelo.

 —No las está tomando, doctora Chaves.

—¿Cómo que no las está tomando?

—Usted no lo entendería...

Paula se sentó en una silla, esperando.

—Inténtelo.

La mujer se quedó mirando al suelo durante un rato, nerviosa.

—Es  por  mi  sobrino.  Él  también  toma  corticoides  y  lo  han  afectado  muchísimo.  Su estatura, su cara... es horrible. No quiero que eso le ocurra a mi hija.

—¿Su sobrino también es asmático?

—No. Él tiene una colitis ulcerosa, pero los corticoides son iguales para todos, ¿No?

—No,  señora  Watson.  La  primera  diferencia  es  que  Martina los  inhala,  no  se  los  inyectan. Es muy diferente.

—Pero aún así, pueden afectar su crecimiento, ¿Verdad?

—Es posible —contestó Paula—. Pero el asma también puede afectar el crecimiento de un niño.

—¿Quiere decir que podría no crecer si no los toma? —preguntó la señora Watson.

—Eso es. Además del estrés y el miedo que produce un ataque. Por no decir que son muy peligrosos. Si alguna vez no llegamos a tiempo...

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