viernes, 23 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 57

La semana siguiente fue una pesadilla. Cada  vez  que  Paula se  daba  la  vuelta, allí  parecía  estar Pedro.  Su  único  consuelo  era  que  parecía  tan  cansado  como  ella. Paula no  podía  dormir,  no  tenía  apetito  y, para remate, sus pacientes acabaron contagiándole un virus que la atacó al estómago.A pesar de todo, fue a trabajar, ignorando las náuseas y la sensación de mareo.

 —No es una buena publicidad tener un médico enfermo. Vete a la cama —le ordenó Gabriel.

 Paula negó con la cabeza.

—Estoy bien. Sólo me siento un poco débil.

El director de la clínica la miraba, sorprendido.

—Esto no es sólo el virus.

—No seas bobo —murmuró ella, apartando la mirada—. Todo el mundo lo tiene.

—Sí, pero dura cuarenta y ocho horas y cuando termina, la gente está como nueva.

—Yo estoy como nueva.

 —Es Pedro, ¿Verdad?

Paula se  quedó  rígida.  No  podía  ponerse  a  llorar  en  medio  de  la  consulta.  Sería ridículo.

—Estoy bien, Gabriel. De verdad.

 El hombre se quedó en silencio durante unos segundos.

—Si puedo hacer algo por tí, dímelo.

—Gracias.

Cuando  salió  de  su  despacho,  Paula se  quedó  pensativa.  Tenía  razón,  el  virus  sólo atacaba durante cuarenta y ocho horas. Entonces, ¿Por qué seguía sintiéndose mal? Pasó consulta  como  un  autómata  y, al  final  de  la  mañana, buscó un  calendario  con  manos temblorosas. Contó  los  días  y  después  volvió  a  contar.  Y  entonces  tuvo  que  cerrar  los  ojos.  Su período  se  había  retrasado.  ¿Cómo  no  se  había  dado  cuenta?  Tenía  que  haberle  llegado  al  día  siguiente  de  que  Pedro y  ella  hicieron  el  amor,  por  eso  había  pensado  que estaba segura. Durante unos segundos, se quedó mirando el calendario como si estuviera ciega. Y entonces una emoción extraña se despertó dentro de ella. Un niño. Un hijo de Pedro. Debería sentirse horrorizada. Esperaba un niño de un hombre que no quería ni hijos ni compromisos. Entonces, ¿por qué estaba sonriendo? Se  puso  la  mano  sobre  el  vientre,  con  un  instintivo  gesto  protector.  Porque  era  parte de Pedro. Parte de su amor por él. No pensaba siquiera en la posibilidad de no tenerlo. La única cuestión era qué iba a hacer con Pedro... Su  sonrisa  desapareció.  Él  no  quería  hijos  y  había  dejado  claro  que  tampoco  quería  un  compromiso  con  ella  a  largo  plazo. Miró  por  la  ventana.  Estaba  nevando  y  eso la hizo sentirse llena de paz. Sobreviviría.  Por  supuesto  que  sí.  Y  no  le  contaría lo  del  niño.  ¿Para  qué?  Él  no la quería. Saldría adelante ella misma. Después de todo, lo había hecho con Valen...

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