miércoles, 14 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 41

—Me parece que me voy  a la  cama  solo  —murmuró  él,  señalando  su  mano  vendada—. Cuando te haga el amor, quiero usar las dos manos.

Paula  debería  haber  protestado,  debería  haber  negado  que  aquello  fuera  a  ocurrir, pero no podía hacerlo.


Lo  primero  que  Paula hizo  el  lunes  por  la  mañana  fue  llamar  al  doctor  Gordon  para  hablar sobre el melanoma de Patricia Monroe.

—Hemos extirpado todo el tejido maligno —le confirmó su colega.

—Entonces, son buenas noticias.

—Absolutamente.  Tendremos que revisarla  de  forma  periódica,  pero  la  lesión  ha  desaparecido.

—Gracias doctor Gordon. Sólo quería confirmarlo.

Paula colgó  y  llamo  a  Carla para  decirle  que  estaba  preparada  para  empezar  la  consulta.

—El  señor Thompson  ha  venido a  verte  —dijo Carla, a  través  del  intercomunicador—. ¿Puedes recibirlo?

—Sí, claro. Dile que pase —murmuró Paula.

Estupendo.  Ricardo Thompson  estaba  decidido  a  buscar  ayuda  y  esa  era  otra  buena  noticia.

—Buenos días doctora Chaves—murmuró  el  hombre, sin   mirarla. Estaba obviamente avergonzado.

—Hola, señor Thompson. Siéntese.

—No puedo creer que me salude después de lo que pasó el sábado.

—Necesita ayuda, señor Thompson. Supongo que es por eso por lo que está aquí.

—Beatríz y  yo  hablamos  ayer.  Nunca  la  había  pegado  antes,  se  lo  juro.  Llevo  varios  años bebiendo, pero jamás le había levantado la mano...

—Lo creo. El alcohol es muy mal consejero. Pero lo que tenemos que hacer ahora es solucionar ese problema.

Ricardo Thompson sacudió la cabeza.

 —Llevo demasiados   años   bebiendo. Empecé como todo el  mundo, supongo. Bebiendo los fines de semana, alguna noche con los amigos... Y al final, he acabado bebiendo todos los días, solo. Y cada día más cantidad.

 —¿Qué suele beber?

—Vino, licores, whisky...

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