viernes, 9 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 37

—Póngale  una  mano encima  y  le parto las piernas  —escucharon una  voz  tras ellos. Era  Pedro,  afortunadamente—. Llévate  a  la  señora  Thompson.  Yo iré  dentro de un minuto.

Paula tomó a  la mujer por los  hombro  para  llevarla  al  botiquín.  Había  algo  muy  peligroso en  la expresión  de  Pedro y  el  señor Thompson  debió  verlo  también  porque  empezó a disculparse, balbuceante.

—Pedro, ¿Dónde está Valen?

—Con Matías—contestó él.

Unos segundos después, Paula sentaba a Beatríz en la tienda de primeros auxilios para limpiar el corte que, afortunadamente, era superficial.

—No es nada. No te preocupes.

Cuando terminó de limpiar el corte y ponerle una tirita, Pedro entró en la tienda.

—¿Cómo está?

—Físicamente, bien. Pero psicológicamente...

—Quiero hablar contigo un momento.

Paula asintió.

—Beatríz, ¿Tienes dónde quedarte esta noche? Lo mejor será dejar que a tu marido se le pase la borrachera y después hablaremos de lo que se puede hacer con él.

—Tengo una  amiga... puedo quedarme en  su  casa —contestó  la  mujer—. Pero  en  cuanto a Ricardo... he intentado hablar con él y no vale de nada.

—Quizá si estás unos días fuera de casa,  empezará a pensar seriamente lo que  está  haciendo con su vida   —dijo Paula,  apretando su  mano—. Encontraremos una solución, ya lo verás.

Cuando salieron de la tienda, Pedro la tomó por el hombro, furioso.

—¿A qué estás jugando?

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella, sorprendida.

—¿Qué quiero decir? —repitió Sean, incrédulo—. Por favor... Un borracho pega a su mujer y a tí se te ocurre intervenir sin pedir ayuda.

—¿Y qué?

—Que podría haberte pegado a tí.

—No lo creo. Pero gracias por intervenir.

Pedro la soltó y se pasó una mano por el pelo.

 —No lo entiendes,  ¿Verdad? Podría haberte hecho  daño,  pero  eso te  da igual.  Tú haces lo que quieres sin pensar que hay gente preocupada por tí.

—Espera  un  momento  —replicó Paula, indignada—. ¿Qué querías que hiciera, que viera como ese hombre la pegaba sin hacer nada?

—Podrías haberme llamado.

—No tuve tiempo. La estaba pegando, Pedro.

—Y tú podrías haber sido la siguiente. Un día te vas a meter en un problema serio. Te pones a pasear sola por la montaña, te metes en una pelea marital...

—Por favor, Pedro, no seas niño.

—Tienes una hija de cinco años. ¿No se te ha ocurrido pensar en ella?

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