—Lo has hecho muy bien. Yo no habría podido hacerlo solo —dijo Pedro.
—¿Cómo que no? Supongo que habrás atendido algún parto.
—No es la parte técnica la que me asusta —murmuró él, poniendo el coche en marcha—. Es la parte emocional.
—¿A qué te refieres?
Pedro no apartó los ojos de la carretera.
—La has tranquilizado, has hecho que todo fuera fácil. Ha sido el parto más sencillo que he visto nunca. Yo no sé hacer eso.
—Y yo no sé abrir una vía respiratoria en medio de la montaña, sin equipo quirúrgico. Cada uno tiene sus habilidades.
—Es posible —murmuró él—. Eres una persona muy cálida, muy comprensiva, Paula Chaves. Hagas lo que hagas, te entregas por completo. No te guardas nada, ¿Verdad?
Paula miró el perfil del hombre con un nudo en la garganta.
—Cuando confío en alguien, no. Pero supongo que he tenido suerte. Yo tengo una familia que me quiere. Por un momento, pensó que Pedro iba a decir algo más, pero no lo hizo. Siguió conduciendo en silencio y Paula se quedó perdida en sus pensamientos. Ricardo Thompson no apareció en la consulta el día que tenía cita.
—¿Parece deprimido? —le preguntó Gabriel cuando se lo estaba comentando.
—Al principio no, pero desde que terminamos el programa de desintoxicación, intenta evitarme. He ido dos veces a su casa y las dos veces estaba fuera.
—Ha pasado por un momento muy malo. No me sorprendería que estuviera deprimido —murmuró Gabriel, pensativo.
Unos minutos después, Matías entró en la consulta y Paula le dió los resultados de la gastroscopia.
—El test bacterial ha resultado positivo.
—¿Y qué voy a hacer?
—Tomar unas medicinas muy buenas que te quitarán el dolor —sonrió ella, extendiendo una receta—. Me han dicho que ayer tuviste que subir a la montaña.
—Sí —dijo Matías—. Una mujer se había torcido un tobillo y no podía bajar.
—¿Una mujer? ¿Y estaba sola? —sonrió Paula.
—Paula, por favor, que tenía sesenta años —rió el hombre—. Lo que no entiendo es qué hacía sola en la montaña a esa edad. En fin, así es la vida.
Charlaron unos minutos más y después, Paula lo siguió fuera de la clínica para empezar con sus visitas. Iría en el jeep, el coche que utilizaban todos los médicos cuando las carreteras estaban cubiertas de nieve. Primero visitó a un hombre con indigestión y después a una mujer que se había hecho daño en la cadera al resbalar en el hielo.
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