viernes, 23 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 60

—Lo has hecho muy bien. Yo no habría podido hacerlo solo —dijo Pedro.

—¿Cómo que no? Supongo que habrás atendido algún parto.

 —No  es  la  parte  técnica  la  que  me  asusta —murmuró  él,  poniendo  el  coche  en marcha—. Es la parte emocional.

—¿A qué te refieres?

Pedro no apartó los ojos de la carretera.

—La has tranquilizado, has hecho que todo fuera fácil. Ha sido el parto más sencillo que he visto nunca. Yo no sé hacer eso.

—Y yo  no  sé  abrir  una  vía  respiratoria  en  medio  de  la  montaña,  sin  equipo  quirúrgico. Cada uno tiene sus habilidades.

—Es posible —murmuró él—. Eres una persona muy cálida, muy comprensiva, Paula Chaves.  Hagas  lo  que  hagas,  te  entregas  por  completo. No  te  guardas  nada, ¿Verdad?

Paula miró el perfil del hombre con un nudo en la garganta.

—Cuando confío  en  alguien,  no.  Pero  supongo  que  he  tenido  suerte.  Yo  tengo  una  familia que me quiere. Por  un  momento,  pensó  que  Pedro iba  a  decir  algo  más,  pero  no  lo  hizo.  Siguió conduciendo en silencio y  Paula se quedó perdida en sus pensamientos. Ricardo  Thompson no apareció en la consulta el día que tenía cita.

—¿Parece deprimido? —le preguntó Gabriel cuando se lo estaba comentando.

—Al  principio no,  pero  desde  que  terminamos  el  programa  de  desintoxicación, intenta evitarme. He ido dos veces a su casa y las dos veces estaba fuera.

—Ha  pasado  por  un  momento  muy  malo.  No  me  sorprendería  que  estuviera  deprimido —murmuró Gabriel, pensativo.

Unos  minutos  después, Matías entró  en  la  consulta  y  Paula le  dió  los  resultados  de  la  gastroscopia.

—El test bacterial ha resultado positivo.

 —¿Y qué voy a hacer?

—Tomar  unas   medicinas  muy   buenas que te  quitarán el  dolor   —sonrió ella, extendiendo una receta—. Me han dicho que ayer tuviste que subir a la montaña.

—Sí —dijo Matías—. Una mujer se había torcido un tobillo y no podía bajar.

—¿Una mujer? ¿Y estaba sola? —sonrió Paula.

—Paula,  por  favor,  que  tenía  sesenta  años  —rió  el  hombre—. Lo  que  no  entiendo  es  qué hacía sola en la montaña a esa edad. En fin, así es la vida.

 Charlaron  unos  minutos  más  y  después,  Paula lo  siguió  fuera de la  clínica  para  empezar  con  sus  visitas. Iría  en  el  jeep,  el  coche  que  utilizaban  todos  los  médicos  cuando las carreteras estaban cubiertas de nieve. Primero  visitó  a  un  hombre  con  indigestión  y  después  a  una  mujer  que  se  había  hecho daño en la cadera al resbalar en el hielo.

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