miércoles, 21 de febrero de 2018

Lo Inesperado: Capítulo 54

La señora Watson la miró, asustada.

—He sido una idiota, ¿Verdad?

—Estaba preocupada por Martina y eso es comprensible, pero la próxima vez que tenga alguna  duda,  por favor llámeme  —dijo  Paula,  tomando  su  maletín—. ¿Por  qué  no  lleva a Martina a la clínica y empezamos con el tratamiento otra vez?

—Lo haré, doctora Chaves.

Paula entró  en  su  coche,  aliviada.  Quizá,  a  partir  de  entonces,  aquella  niña  podría  empezar a llevar una vida normal. Diez minutos después, llamaba a casa de los Thompson. Beatríz abrió la puerta y su rostro se iluminó.

—Doctora Chaves, no la esperaba.

—Pasaba por aquí y he pensado hacer una visita.

—Ricardo ha salido.

—¿De paseo? —preguntó Paula.

—Sí, bueno... ¿Quiere tomar un café?

—Me encantaría. ¿Qué tal va todo?

—Bien —contestó Beatríz con una sonrisa que a Paula le pareció falsa—. No, la verdad es que no va todo bien.

—¿Ha vuelto a beber?

—No, no es eso.

—¿Entonces?

—Es que no es él mismo —suspiró la mujer, dejándose caer sobre una silla.

—¿En qué sentido?

—Está muy raro. Mi Ricardo siempre era el alma de todas las fiestas y ahora parece... como muerto.

—¿Duerme bien?

Beatríz negó con la cabeza.

—No. Espera  hasta  que  cree  que  yo  estoy  dormida  y  después  se  pone  a  pasear  durante horas.

—¿Cree que está deprimido?

—Supongo  que  es  eso  —contestó  ella—. Es  un  hombre  muy  orgulloso,  doctora Chaves.  Cree  que  todo  el  mundo  está  hablando  a  sus  espaldas  y  eso  lo  está  destrozando. El artículo del periódico...

Paula apretó la mano de la mujer para darle ánimos.

—Ya  sabe  que  esas  cosas  se  olvidan.  Debería  ir  a  verme  esta  semana,  ¿Cree  que  lo  hará?

Beatríz se encogió de hombros.

—No  lo  sé.  Es  muy  independiente  y  no  le  gusta  pedir  ayuda.  Ahora  que  ha  conseguido dejar de beber, cree que es algo que sólo él puede solucionar.

—No es tan fácil.

—Intente decírselo usted. Yo no sé qué hacer.

—Si  no  viene  a  verme  a  la  consulta,  lo  llamaré  por  teléfono  —prometió  Paula, tomando su maletín.

—Muchas  gracias,  doctora  Chaves—sonrió  la  mujer,  mientras  la  acompañaba  a  la  puerta.

Haciendo un considerable esfuerzo, Paula evitó a Pedro durante toda la semana, pero el viernes lo encontró en la puerta de su casa con Valen.

—Héroe ha desaparecido, mamá.

Paula salió del coche, evitando la mirada penetrante de Pedro .

—¿Cómo que ha desaparecido? ¿Dónde está la abuela?

—Alguien  se  ha  roto  un  brazo  en  la  granja  y  ha  tenido  que  irse.  Pedro me  está  cuidando —contestó la niña, con los ojos llenos de lágrimas—. Héroe estaba jugando en el jardín, pero saltó la verja y se marchó.

Paula tomó a su hija en brazos y le dió un beso en la carita.

 —No te preocupes, cariño. Habrá ido a dar un paseo.

 —¡Pero si ha nevado! —exclamó Valen, angustiada.

—Los perros tienen pelo, cariño. No pasan frío como nosotros.

—Pedro ha dicho que irá a buscarlo.

—Pedro tiene  muchas  cosas  que  hacer,  cielo. Héroe encontrará  el  camino  de  vuelta  a  casa, lo ha hecho otras veces.

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