viernes, 22 de marzo de 2024

Pasión: Capítulo 3

De modo que sabía que trabajaba para él. Paula apretó los puños. Su arrogancia era insoportable. Él miró el reloj de platino en su muñeca.


—Tienes quince minutos antes de irte al aeropuerto.


Estaba despidiéndola.


Pedro apoyó una cadera en el borde del escritorio, como si estuviese manteniendo la conversación más normal del mundo.


—¿Y qué hace la degenerada princesa trabajando por un salario mínimo en una fundación de Atenas?


Unas horas antes, Paula estaba tan contenta pensando en su nuevo trabajo. Era la oportunidad de demostrar a su familia que todo iba a salir bien. Su independencia la hacía feliz, pero aquel hombre iba a destruir todo aquello por lo que tanto había luchado. Durante años había sido la enfant terrible de la vida social italiana, fotografiada a menudo por los paparazzi, que siempre exageraban sus aventuras. Pero sabía que había suficiente verdad en esas portadas como para avergonzarse.


—Señor Alfonso —empezó a decir, intentando controlar la emoción—. Sé que debe odiarme.


Pedro Alfonso esbozó una sonrisa, pero su expresión era implacable.


—¿Odiarte? No te hagas ilusiones. «Odiar» es una inadecuada descripción de mis sentimientos por tí.


Otro venenoso recuerdo la asaltó entonces: Un Pedro magullado y esposado por la policía italiana, siendo empujado hacia un coche patrulla mientras gritaba: «¡Tú me has inculpado!». Intentó apartarse de los policías, pero solo consiguió un puñetazo en el estómago que lo hizo doblarse sobre sí mismo. Paula se había quedado estupefacta, muerta de miedo.


—Ella puso las drogas en mi bolsillo para salvarse a sí misma — lo oyó decir mientras entraba en el coche patrulla.


Paula intentó apartar los recuerdos. 


—Señor Alfonso, yo no puse las drogas en su bolsillo… No sé quién lo hizo, pero no fui yo. Intenté ponerme en contacto con usted después, pero se había ido de Italia.


—¿Después? ¿Quieres decir cuando volviste de tu viaje de compras a París? Ví las fotografías. Inculpar a otro por posesión de drogas y seguir con tu existencia hedonista era algo normal para tí, ¿No?


Paula tragó saliva. Por inocente que fuera, aquel hombre había sufrido por su breve encuentro con ella. Aún recordaba los escabrosos titulares: "¿El nuevo amor de Chaves? El millonario brasileño Pedro Alfonsoacusado de posesión de drogas tras una redada en la discoteca más exclusiva de Florencia, La guarida del Edén". Pero antes de que ella pudiera defenderse, Pedro se acercó, mirando su traje con gesto desdeñoso.


—Nada que ver con el vestido que llevabas esa noche.


Paula sintió que le ardía la cara al recordar cómo iba vestida la noche que se conocieron; cómo solía vestir todas las noches en realidad.


—De verdad no tuve nada que ver con las drogas, se lo prometo. Todo fue un terrible malentendido.


Él la miró, incrédulo, antes de echar la cabeza hacia atrás para soltar una carcajada. Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, en los de él había un brillo de burla.


—Debo admitir que hay que tener valor para venir aquí a declarar tu inocencia después de tanto tiempo.


Paula se clavó las uñas en las palmas de las manos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario